La nítida victoria de Pablo Casado sobre Soraya Sáenz de Santamaría en su disputa por el liderazgo del Partido Popular en el congreso estatal celebrado ayer, despeja las dudas sobre la orientación y estrategia que seguirá la formación conservadora a partir de ahora.

El nuevo presidente deja claro que se intención no es otra que recuperar las esencias del liberalismo económico y los fundamentos de la derecha para recuperar el poder perdido; y también el espacio electoral que le está arrebatando Ciudadanos. Con estos argumentos, y una imagen de evidente renovación, el PP ha depositado en Casado todas sus esperanzas políticas.

Oposición dura.

Los planteamientos de Casado permiten adivinar una línea de oposición dura contra el Gobierno, aprovechando la debilidad parlamentaria y reactivando principios muy interiorizados por el electorado del PP, como es el de la unidad de España al hilo del conflicto catalán.

El nuevo líder de la derecha entró en la política de la mano de Esperanza Aguirre y José María Aznar; ellos son sus principales referentes ideológicos. De hecho, durante toda la campaña no ha ocultado su interés por distanciarse de Rajoy y sus políticas, tanto por lo que representa de pasado como de falta de vigor en la defensa de determinados principios. La ausencia de responsabilidades institucionales es una de las grandes bazas de Casado para explicar su victoria.

El peso de Balears.

Casado ha incorporado hasta cuatro dirigentes del PP balear en los órganos de máxima responsabilidad política del partido –con Rajoy sólo había uno–, circunstancia inédita que supone un espaldarazo definitivo para Biel Company como presidente regional en Balears. El detalle no es anecdótico en la medida en que supone la disposición de canales de información privilegiada sobre los grandes temas de Estado, además de poder disponer de foros en los que defender los intereses de los ciudadanos de las Islas.