El Gobierno español comunicó ayer que autoriza al barco francés Aquarius, que navega entre Malta e Italia con 629 migrantes y refugiados africanos a bordo, a atracar en territorio español y a desembarcar a esas personas que viven un drama terrible. De inmediato, Valencia, Balears y Catalunya se han ofrecido para colaborar con todo lo que haga falta. Es la solidaridad que se espera de una sociedad adulta, que se fundamenta en el humanismo que debería imperar en todo el mundo.

Entre el drama y la preocupación.
El drama del Aquarius, sin embargo, deja ver muchas otras cosas, y todas ellas preocupantes. Lo primero es Italia. Su nuevo Gobierno, antisistema y ultraderechista, ha vetado la llegada del barco a sus puertos. Y lo ha hecho porque Italia lleva años acogiendo barcos similares ante la despreocupación de la Unión Europea, que nunca se ha involucrado en el problema. En este sentido, la ‘llamada’ del Gobierno español al Aquarius podría ser interpretada como la de las ‘puertas abiertas’ de España a la migración. Y precisamente eso es lo que pueden pensar las mafias que transportan a la inmensa mayoría de estas personas que buscan un futuro mejor para ellas y sus familias. Tampoco podemos pasar por alto que los centros de acogida ya están abarrotados, y eso que la Guardia Civil se ha empleado a fondo para controlar las fronteras de Ceuta, Melilla y el resto del litoral mediterráneo. Pese a su esfuerzo, no ha evitado las oleadas de pateras.

Soluciones urgentes.
Es urgente buscar soluciones para África, un continente donde viven 1.200 millones de personas, y reflexionar por qué Italia, un país tan europeo como el nuestro, ha puesto un Gobierno que se niega a acoger a más migrantes y los expone a morir ante sus costas. Hace falta una política seria para evitar dramas como el del Aquarius. La acogida es un remedio indispensable, pero no es la solución.