Las recomendaciones que ha hecho llegar la Conselleria d’Educació i Universitat a los profesionales de la docencia en Balears, sobre cómo deben intervenir frente a los episodios de violencia en las aulas, es un claro síntoma de la gravedad del problema. Los centros escolares no son cápsulas impermeables de la sociedad actual y sus alumnos replican sus comportamientos. El fenómeno no es nuevo, lo novedoso es, sin duda, su dimensión. Sin abonar un alarmismo injustificado, lo cierto es que los episodios de estas característicos ya no son, por desgracia, hechos aislados; se han incrustado con una preocupante cotidianedad en la vida de los escolares.

Actuar con determinación.
Las pautas que indica la nota de Educació invitan a generar un clima inmediato de distensión ante el conflicto, unas recomendaciones técnicas y sensatas. La cuestión de fondo, mucho más compleja, es lograr desactivar este tipo de comportamientos violentos entre los jóvenes. El compromiso de los profesionales de la educación es indudable, aunque quizá sea preciso habilitar herramientas didácticas para poder realizar una labor de prevención. En demasiadas ocasiones se justifica una conflictividad gratuita, sin aparente justificación, y en este ambiente no es sencillo transmitir los valores del acuerdo y la tolerancia en los centros escolares. Además de las actuales recomendaciones es preciso que Educació de un paso más en esa dirección.

Más medios.
Los propios docentes serán quienes podrán indicar de qué manera se puede profundizar para llegar a la raíz del problema, ellos viven el día a día con los alumnos, saben de sus inquietudes y cómo corregir los comportamientos inadecuados. Más personal y mejores medios contribuirán a minimizar el impacto de la violencia en las aulas a partir de los propios jóvenes, todo un reto para quienes tienen la responsabilidad de atender su educación, cono sólo en el campo del conocimiento, también como personas.