La euforia ha vuelto al tejido productivo balear. El pasado mayo se alcanzó la cifra de 98.797 trabajadores extranjeros contratados en el Archipiélago en mayo, cuando aún no ha comenzado la temporada alta. Son cifras de sociedad pujante pese a que todavía quedan nebulosas y lastres que vienen arrastrándose de los años de la depresión. Dato a dato y evidencia a evidencia, lo indiscutible es que el optimismo ha vuelto al mercado y al conjunto de la sociedad civil. A ello hay que añadir que este verano se anuncia espectacular en cuanto a cifra de visitantes y de negocios.

La incógnita de la cualificación. Es preciso aprender las lecciones del pasado. El nivel de contrataciones de extranjeros en la actualidad parece no obedecer a los mismos parámetros de hace una década. En un sector tan pujante como el náutico todo indica que las empresas buscan personal cualificado procedente de la Unión Europea. La estructuración económica a partir de trabajadores de baja preparación ya no es un distintivo del futuro. Hacen falta profesionales formados, lo cual aporta solidez al conjunto de la estructura productiva. Es sabido que el turismo también requiere personal de baja preparación, pero una visión de conjunto indica que los empresarios están apostando por la calidad en las prestaciones laborales.

La inversión pública. En esta coyuntura de optimismo ante la recuperación, conviene tener muy presente la escasa capacidad de inversión pública, autonómica y local, en Balears. La deuda y las restricciones impuestas por Madrid pesan mucho. Es hora de que la población se conciencie de que el tejido productivo privado precisa de un sector público sólido para, en conjunto, sedimentar un desarrollo equilibrado. La sociedad civil debe estar unida reclamando un mayor respeto por la insularidad. Las contrataciones actuales marcan el final de la depresión. Pero no basta. Hay que sentar las bases que hagan más fuerte a Balears y menos vulnerable a vaivenes y crisis.