El hecho de que la Conselleria d’Educació y diferentes ayuntamientos sigan adelante en su iniciativa de distribuir lo más equitativamente posible a los alumnos procedentes de la inmigración ha de ser valorado por el conjunto de la ciudadanía como un imprescindible esfuerzo para evitar guetos, integrar lo mejor posible a estos nuevos ciudadanos y para poner nuevas bases en pro de una sociedad sólida y capaz de formar a todos sus jóvenes con independencia de su lugar de origen o el de sus padres. Esta distribución ordenada tendrá lugar en la parte oriental de Palma y en numerosos municipios importantes tras las positivas experiencias en algunas localidades de Balears.

Mirar al futuro. La primera inversión de toda sociedad sólida es la educación. De ahí se deriva la confianza en el futuro. Formar a los niños y jóvenes procedentes de la inmigración, teniendo en cuenta el alud que se produjo durante los noventa y hasta hace pocos años, es un esfuerzo costoso que requiere más medios, más inversiones públicas y mayor refuerzo de la estructura educativa. La sociedad debe ser consciente de que ha de apoyar a sus instituciones en este empeño, porque beneficiará a todos. También el trabajo de maestros y profesores, que han de formar alumnos llegados de infinidad de puntos del planeta, ha de ser muy valorado y reconocido. Su entrega sólo se comprende desde este gran ejemplo de vocación y preparación que están dando.

Asumir el problema. No se puede mirar hacia otro lado ante el riesgo de que se creen guetos educativos. Permitirlo supone generar disfunciones que se irán multiplicando una vez que estos jóvenes lleguen a la vida adulta. Crear nuevas escuelas o mejorarlas es directamente proporcional a mayor bienestar colectivo. Es lógico que la Conselleria y los ayuntamientos se movilicen porque ven claramente que o abordan ahora el reto o puede escapárseles de las manos. Reaccionar con decisión es construir el mañana.