La profesora @laurimathteacher enseñando el contrato. | Tik Tok

La profesora Laura, conocida en redes sociales como @laurimathteacher, ha compartido recientemente en su cuenta cómo era el contrato de una maestra en el año 1923. Un informe con el que ella misma ha alucinado, puesto que son normas que a fecha de hoy no se conciben y que generan un gran revuelo.

Y es que no es para menos la sorpresa. La primera norma que se establecía era que no casarse, ya que sino directamente se anulaba el contrato una vez se contrajera matrimonio. En cuanto a la segunda orden se establecía que no se podía ir en compañía de hombres si no eran ni su hermano ni su padre. «Mal vamos», afirma Laura. Además, no podían ir en coche junto a hombres que no fueran ni padre ni hermano.

La tercera norma que se imponía a las profesoras de la época era que no podían estar fuera de casa entre las 20 y las 6 horas si no era estrictamente necesario para atender funciones escolares. «Madre mía del Señor», alucina la docente. La cuarta norma era que no se podía ir a las heladerías de la ciudad. «¿Se nos helaba el cerebro?», comenta Laura.

La quinta orden era que no se podía abandonar la ciudad «bajo ningún concepto» a no ser que que el presidente del Consejo de Delegados diera el permiso. La sexta normativa era que una maestra no podía teñirse el pelo ni usar maquillaje de ningún tipo. La siguiente orden era que las profesoras no podían fumar y quedaría anulado el contrato si se encontraba a una de ellas haciéndolo. «Esto sí que me parece bien y si se hiciese ahora también», apunta Laura. En relación a este punto también se encontraba la orden de no poder beber alcohol.

Las maestras tampoco podían usar ropa brillante para asistir a dar clase. «A mí me echan nada más llegar», bromea la profesora. Por otra parte, las docentes estaban obligadas a usar al menos dos enaguas, una vestimenta que se coloca debajo de los vestidos, los cuales no podían superar los cinco centímetros por encima del tobillo.

Otra de las normativas que se establecían en el contrato era que la profesora debía barrer el suelo todos los días y que por lo menos, una vez a la semana, debía lavar el suelo del aula con agua caliente, así como limpiar la pizarra una vez al día. Además, una de las órdenes del contrato apuntaba que a las siete de la mañana la docente, además de atender sus labores, debía encargarse de encender el fuego para que la clase estuviese caliente cuando llegasen los alumnos.

«Estoy dándole un toque de humor, pero es que es muy fuerte. Nos ponemos a pensar las condiciones que había antes y es fuerte. Pero bueno esto es a modo de curiosidad y agradeciendo todo lo que hemos avanzado y conseguido», concluye Laura.