La pandemia de COVID-19 ha disparado el uso innecesario de productos químicos antimicrobianos relacionados con problemas de salud, resistencia a los antimicrobianos y daños medioambientales, advierten más de dos docenas de científicos en la revista 'Environmental Science & Technology'.
Su análisis crítico detalla cómo los compuestos de amonio cuaternario (QAC) se comercializan y utilizan cada vez más en el hogar, la sanidad, la educación y el lugar de trabajo a pesar de la disponibilidad de alternativas más seguras y, en algunos casos, de las escasas pruebas de que reducen la transmisión de enfermedades.
«Las toallitas desinfectantes que contienen QAC se utilizan a menudo en los pupitres de los niños, en las mesas de exploración de los hospitales y en los hogares, donde permanecen en estas superficies y en el aire», recuerda Courtney Carignan, coautora y profesora adjunta de la Universidad Estatal de Michigan (Estados Unidos).
«Nuestra revisión de la ciencia sugiere que desinfectar con estos productos químicos en muchos casos no es útil o incluso es perjudicial. Recomendamos limpiar regularmente con agua y jabón y desinfectar sólo cuando sea necesario con productos más seguros», destaca.
Los estudios en humanos han encontrado asociaciones entre los QAC y el asma, la dermatitis y la inflamación. Los estudios en animales de laboratorio también suscitan preocupación por su posible relación con la infertilidad, los defectos de nacimiento y otros problemas.
Además, existen pruebas que se remontan a la década de 1950 de que los QAC contribuyen a la resistencia a los antimicrobianos, haciendo que determinadas especies de bacterias sean resistentes tanto a los propios QAC como a los antibióticos más importantes.
«Resulta irónico que las sustancias químicas que utilizamos en vano para combatir una crisis sanitaria estén alimentando otra --afirma Erica Hartmann, coautora y profesora de la Universidad Northwestern (Estados Unidos)--. La resistencia a los antimicrobianos ya contribuía a millones de muertes al año antes de la pandemia. El exceso de celo en la desinfección, especialmente con productos que contienen QAC, amenaza con empeorarla».
Los QAC se utilizan cada vez más en soluciones desinfectantes, toallitas, desinfectantes de manos, sprays y nebulizadores, y también se están incorporando a productos de cuidado personal, textiles, pinturas, instrumental médico, etc. Desde la pandemia, los niveles de estas sustancias químicas en el medio ambiente y en nuestro organismo han aumentado paralelamente.
Uno de los QAC más comunes es el cloruro de benzalconio, pero otros pueden identificarse en las etiquetas de ingredientes con nombres que terminan en «cloruro de amonio» o similares.
Sin embargo, la divulgación y regulación de los QAC varía mucho. Por ejemplo, las etiquetas de los plaguicidas deben indicar los QAC, pero no las de las pinturas. La mayoría de los QAC no están regulados en absoluto, ni se examinan exhaustivamente en busca de peligros para la salud.
Los científicos recomiendan eliminar los usos de los QAC que sean innecesarios o cuya eficacia no esté demostrada. Por ejemplo, la desinfección con QAC no suele ser más beneficiosa que la limpieza con agua y jabón. Otras recomendaciones son exigir que se revele la presencia de QAC en todos los productos y vigilar de cerca sus niveles en las personas y el medio ambiente.
«Reducir drásticamente muchos usos de los QAC no propagará el COVID-19 --asegura Carol Kwiatkowski, coautora y científica del Green Science Policy Institute--. De hecho, hará que nuestros hogares, aulas, oficinas y otros espacios compartidos sean más saludables».
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