«Quiero que entren en pánico. Quiero que sientan el miedo que yo siento todos los días. Quiero que reaccionen como si nuestra casa estuviera en llamas… porque lo está». Son las famosas palabras que pronunció Greta Thunberg a los líderes mundiales durante una conferencia de la ONU en 2019. En los últimos años, ante la cada vez mayor evidencia de los efectos del cambio climático y la urgente necesidad de soluciones, ha aumentado la preocupación medioambiental y, con ella, también lo ha hecho la llamada ecoansiedad, en especial, entre la juventud. Una macroencuesta realizada a 9.000 jóvenes españoles en 2022 por ‘El Futuro Es Clima' arrojó que el 84,1 % pensaba que iba a vivir peor que sus padres; el 65,8 % asumía el futuro de manera pesimista y el 82,1% había sufrido ansiedad relacionado con el futuro. Pese a que su nombre no le suscite temor a algunos, la ecoansiedad no es baladí y síntoma de problema.
«Cuando leo noticias e informes sobre los efectos de olas de calor, del aumento de temperatura o cuando ocurre alguna catástrofe climática empatizo mucho y noto mucha preocupación e impotencia». Pere Joan Femenia, de 23 años, es uno de los jóvenes que sufre de ecoansiedad. Es activista medioambiental, portavoz de Fridays For Future Mallorca y miembro de la plataforma contra la ampliación del aeropuerto. No es el único: «Entre el colectivo lo veo mucho. Hay gente a la que le afecta mucho más y pueden pasar una semana verdaderamente mal». La ecoansiedad no es un diagnóstico como tal, sino un tipo de ansiedad. «Que tu vida gire entorno a este tema, tener muchos pensamientos recurrentes, sensación de ahogo, ver el futuro demasiado catastrófico... En definitiva, cuando ves el tema demasiado grande y te sientes víctima de él, incapaz de abarcarlo es síntoma de que existe una preocupación excesiva», explica la psicóloga sanitaria Carme Aguiló (Sineu, 1958). Estos son síntomas, señala la misma, evidencian un trastorno por ansiedad y, si el tema de los pensamientos está relacionado con el cambio climático o la preocupación medioambiental, estaríamos hablando de ecoansiedad. La Asociación Americana de Psicología la define como «el temor crónico a un cataclismo ambiental y el estrés causado por observar los impactos aparentemente irrevocables del cambio climático y por la preocupación ante el futuro propio y el de las futuras generaciones».
«Una cosa es la preocupación, que está justificada -yo misma lo estoy-, y otra, la ansiedad, que es un trastorno mental. Es lo mismo que comer de forma saludable. Es recomendable, pero, llevado al extremo, existe la obsesión por la comida saludable. Todo tiene un nivel. También veo un problema la postura contraria, el despreocuparse de todo y negar problemas importantes como este». Aguiló apunta a una serie de indicativos para detectar esa preocupación desmedida: «Cuando este tema ocupe demasiado espacio en tu mente, se siente una sensación de culpa o interfiere en la vida». Desde los años 70 se viene hablando de este tipo de ansiedad originada por el clima. Ya en 2005 el filósofo australiano Courtney Howard acuñó el término sostalgia para referirse a la angustia generada al observar que el ser humano está destruyendo el medio ambiente. Sin embargo, a medida que las consecuencias se han ido evidenciando y los pronósticos empeorando, ha aumentado este tipo de perspectivas catastrofistas y ansiosas. Sin embargo, en la mayoría de casos, los que padecen ecoansiedad no acuden al psicólogo: «Las personas que conozco que tienen este tipo de ansiedad no suelen ir al psicólogo. Es algo muy nuevo y con lo que acabas conviviendo, porque sabes que la problemática seguirá estando allí», explica Pere Joan Femenia.
Actuar en pequeño
Es común entre tanta sentir una llamada a la acción, viéndose sumamente responsables del devenir del mundo. La defensa medioambiental se torna en un eje vertebrador de la vida de la persona. Las conversaciones del afectado tienden a girar en su mayoría acerca de la defensa medioambiental, así como sus actividades (limitación del uso del coche, interés por la procedencia de los alimentos y productos, activismo...todo ello, llevado al exceso y envuelto de ansiedad). Para contrarrestar esos sentimientos, la psicóloga Carme Aguiló recomienda evitar la sobreinformación escogiendo conscientemente las fuentes, delimitar el activismo (no participar en una multitud de iniciativas) y quitarse la sensación de salvador del mundo. Actuar en local pensando en local. «Podemos difundir el mensaje en nuestro círculo cercano y desde una perspectiva positiva para que contagie», aunque, la misma anima a buscar ayuda psicológica de verse superado.
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