Hace tres años, la vida como la conocemos cambió y se paralizó durante mucho tiempo. El presidente del Gobierno, que había llegado hace pocas semanas al cargo, Pedro Sánchez, lanzaba un mensaje con fuerte calado y de impacto a la sociedad española. Se decretaba el estado de alarma tras la evolución del COVID-19 en España y por ello, se declaraba el confinamiento generalizado de la población. Tres años después, Baleares ha visto como la luz ha salido junto con el resto de Europa, pero acumula 304.338 casos y 1.622 fallecidos a lo largo de estos 1.095 días en los que el mundo cambió y la gente se adaptó a una situación inverosímil y complicada.
A pesar de que la enfermedad está controlada, las consecuencias que trae consigo la pandemia son irreversibles a nivel social. Aquel 14 de marzo de 2020 cambió la concepción del mundo con un solo mensaje de Pedro Sánchez. Millones de españoles esperaban la rueda de prensa desde diferentes lugares de la geografía española. El país entero se sentó delante de la televisión, conectó con su emisora de radio favorita o siguió las novedades a través de algún portal web. Todos esperando un mensaje inédito, relatado por un Sánchez más nervioso de lo habitual porque venía precedido de una ola de casos de una enfermedad aún por descubrir en la ciudad de Wuhan que paralizó por completo al planeta tierra.
Miles de estudiantes mallorquines se vieron obligados a dar vuelta atrás y coger un vuelo hacia casa porque empezaban 99 días -sin saber fecha exacta- en los que salir de casa era impensable a no ser que se realizase por causa mayor y para comprar productos indispensables en nevera o despensa. El Consejo General del Poder Judicial acordó la suspensión total de la actividad dejando los servicios mínimos.
Casi 100 días después llegó el desconfinamiento. Lo hizo con precaución, citas previas, domicilios y tímidas medidas sanitarias. Bajo este contexto, miles de familias vieron como la situación se les subía el agua al cuello y sobre todo, empresarios de las Pymes y autónomos, vieron como sus negocios no podían seguir subsistiendo. Los aplausos a los sanitarios de cada tarde desaparecían para dar entrada a la frustración de todos aquellos que veían que sus vidas estaban temblando con aviso de posible desmoronamiento.
Poco a poco, la luz iba entrando por las rendijas de las ventanas cerradas de algunos negocios que se resistían a colgar el cartel de traspaso. Casi dos años después, el ocio nocturno, uno de los sectores más dañados de la situación sanitaria pudo dar rienda suelta a su trabajo aunque con medidas. Dos años se tenían que recuperar en tiempo récord para poder subsistir. Con mesas, distancia de seguridad y mascarillas al levantarse, empezó una travesía que puso fin en los últimos meses de 2021 con la abolición de las mesas y que poco a poco se normalizó hasta la situación actual donde las restricciones han desaparecido. Cabe recordar que en Baleares la normalización del ocio nocturno fue introduciéndose poco a poco debido a la incidencia que azotaba a las Islas durante el final de 2021.
Sin embargo, el proceso fue traumático. Una sociedad que estaba acostumbrada a la libre circulación tuvo que verse sometida a un confinamiento forzoso de más de 90 días y en el que los cimientos actuales corrieron peligro durante el proceso. A pesar de ello y aunque aún queda mucho para poder volver a la situación prepandémica, una agudizante inflación azota ahora a todos los sectores.
El carburante estabilizado en precios prohibitivos, la luz por las nubes, el precio de la vivienda inaccesible para un trabajador medio y la comida subiendo día a día sin que las medidas restrictivas del ejecutivo consigan frenar su aumento. Una inflación que sigue el mismo camino que la COVID-19, creciendo poco a poco hasta que haga estallar al sistema.
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