Así figura en un informe de la ONG Plan Internacional, que ha entrevistado a 249 niñas de entre diez y 19 años en cinco lugares de Sudán del Sur y la vecina Uganda, donde viven miles de refugiados. De viva voz, han expresado sus temores y las duras experiencias vividas como consecuencia del conflicto iniciado en diciembre de 2013 y que enfrenta al Gobierno de Salva Kiir con las fuerzas leales al exvicepresidente Riek Machar y con otros grupos armados que han ido proliferando.
'Niñas adolescentes en crisis: voces de Sudán del Sur' repasa los desafíos a los que se enfrenta una población que teme incluso por su supervivencia. Un 77 por ciento de las jóvenes encuestadas ha reconocido que no dispone de suficiente comida y la violencia por razones de género sigue estando a la orden del día, con el matrimonio forzado como forma de violencia más citada.
La ONU calcula que casi dos millones de niñas y mujeres de Sudán del Sur corren el riesgo de ser víctimas de la violencia machista y un 13 por ciento de las personas entrevistadas por Plan aseguran que han sido secuestradas en algún momento del conflicto. Una tercera parte reconoce haber sufrido heridas de algún tipo.
Salir a por comida, agua o leña deja a las niñas a merced de palizas, secuestros y abusos sexuales, como ha reconocido una menor de Nimule: «No me siento segura saliendo fuera de día porque las niñas son víctimas frecuentes de violación en esta zona». Otra niña de Yuba ha coincidido en estos temores: «La seguridad es mala por la noche y la gente fácilmente puede morir tiroteada».
En un escenario donde ir a clase es un lujo cada vez más lejano, muchas de estas niñas han terminado abocadas a un trabajo doméstico no remunerado y que limita sus posibilidades de desarrollo.
Estas adolescentes solo pueden ir al médico de forma esporádica y la mayoría confiesan que el coste de las medicinas o de los tratamientos es prohibitivo. Al límite del aguante psicológico, tres de cada cuatro admiten que su estabilidad mental se ha visto afectada negativamente y un 26 por ciento reconoce que en los últimos doce meses ha tenido pensamientos suicidas.
Una ONG local citada en el informe señala la depresión, el aislamiento y el trauma entre los principales problemas mentales que sufren las niñas. Muchas de ellas se han quedado sin padres y algunas incluso han sido testigos de cómo los asesinaban, mientras que otras no han superado otras duras experiencias como una violación.
La esperanza, en un escenario tan convulso, decae. «Soy pesimista sobre el futuro porque creo que las cosas van a ir a peor: una guerra intensa en el país, una enfermedad rampante entre la población, una crisis económica, tasas altas de pobreza, un mal sistema educativo y de hospitales», resume una de las jóvenes entrevistadas y residente en Torit.
Lugares seguros que no lo son
Las autoridades no ofrecen un mínimo de seguridad y varias de las niñas entrevistadas acusan a militares de ser responsables de algunos de los abusos cometidos. Así, una joven de Lainya cuenta cómo «los soldados obligan a las niñas a casarse con ellos si no quieren perder a su familia», mientras que otra de Nimule asegura que «los soldados están amenazando con violar a niñas y forzarlas a casarse con ellos».
Tampoco las familias tienen por qué ser un contexto seguro en el que vivir, especialmente en el caso de las menores que, tras quedarse huérfanas o separadas de sus padres, se han visto obligadas a vivir con parientes lejanos. Los relatos recogen casos de palizas, negación de alimentos o alejamiento de la escuela, lo que deja a estas niñas como títeres de un escenario totalmente fuera de su control.
Un nuevo enfoque
El responsable de Plan International en Sudán del Sur, George Otim, ha lamentado que «hasta ahora la respuesta humanitaria no se ha centrado lo suficiente en las necesidades de las adolescentes», a pesar de que «han sufrido algunas de las adversidades más horrendas que se puedan imaginar».
Entre las recomendaciones del informe figura un llamamiento para promover inversiones y programas centrados expresamente en este colectivo, con enfoques específicos en materia de educación y derechos sexuales y la creación de «espacios seguros». Asimismo, reclama dar voz a estas niñas para escuchar sus preocupaciones y eliminar barreras a su incorporación a todos los escenarios.
Otim ha reconocido que, «si se quiere ayudar a estas niñas a tener algo de esperanza en el futuro», es necesario poner fin a la guerra en Sudán del Sur, pero mientras tanto ha abogado por adaptar el apoyo en función del género y la edad para que las adolescentes se sientan a salvo de la violencia y puedan continuar con su educación».
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