En los últimos años, se ha convertido en un eslogan político recurrente: «hay que frenar la especulación con la vivienda». Suena bien, tiene impacto mediático y da la sensación de que alguien está haciendo algo para solucionar el problema. Pero si rascamos un poco más allá del discurso fácil, de las recetas de «todo a cien», de soluciones simples a problemas complejos, nos damos cuenta de que esta idea, más que ayudar, puede agravar aún más la crisis habitacional.
Y es que la palabra «especulación» se ha convertido en un término casi tabú, como si fuese sinónimo de abuso o de codicia desmedida. Sin embargo, en su esencia más pura, especular no es más que anticipar el valor futuro de un activo y actuar en consecuencia. Y eso lo hacemos todos, todo el tiempo.
Cuando un trabajador cambia de empleo buscando un mejor salario, está «subastando» su talento para obtener la mayor rentabilidad posible. Es decir, si tenemos que aceptar que los trabajadores pueden buscar un mejor sueldo, ¿por qué vemos con malos ojos que alguien invierta en vivienda con la expectativa de obtener cierta rentabilidad?
La realidad es que la especulación es una parte natural del funcionamiento del mercado. Sin la posibilidad de obtener una rentabilidad futura, no habría incentivos para construir nuevas viviendas ni para rehabilitar las existentes.
Uno de los grandes mitos sobre la especulación es que siempre genera precios al alza. La realidad es que el mercado inmobiliario tiene ciclos de expansión y contracción, y los inversores asumen riesgos.
Este fenómeno no es una teoría abstracta. En lugares donde se han aplicado medidas drásticas contra el mercado inmobiliario, como controles de precios excesivos o restricciones a la compra, los efectos han sido contraproducentes: disminución de la oferta, aumento de los precios del alquiler y mayores exigencias por parte de los arrendadores a medio y largo plazo.
Esto es especialmente problemático en Balears, donde la oferta de alquiler ya es insuficiente y los precios han alcanzado niveles insostenibles. En lugar de incentivar que más viviendas entren en el mercado del alquiler, ciertas medidas populistas lo único que logran es reducir aún más la oferta, encareciendo aún más los precios. Si realmente queremos que la vivienda sea más accesible en Balears, la solución no es menos inversión, sino más oferta.