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La irrupción de DeepSeek, la nueva inteligencia artificial (IA) generativa china lanzada el pasado 27 de enero, ha generado un auténtico vendaval en el sector tecnológico. Al igual que ocurre con la ciclogénesis explosiva en meteorología, capaz de desencadenar tormentas devastadoras en cuestión de horas, la aparición de esta nueva IA ha sacudido los mercados y ha reabierto el debate sobre la supremacía tecnológica. El detonante de esta revolución se encuentra en las restricciones impuestas por Estados Unidos a la venta de chips de Nvidia a China. Estos componentes son fundamentales para entrenar los modelos de IA más avanzados del mundo, lo que ha obligado a las empresas chinas a innovar en busca de soluciones más eficientes.

La empresa DeepSeek, sin pretender superar a sus rivales occidentales como ChatGPT (OpenAI), Gemini (Google), Copilot (Microsoft) o Claude (Anthrophic), ha conseguido igualarlos con un enfoque más optimizado y económico. La primera consecuencia de este «huracán tecnológico» ha sido una caída bursátil en las grandes tecnológicas, especialmente Nvidia, el principal fabricante de dispositivos específicos para el procesamiento de modelos de inteligencia artificial, cuyo valor se ha visto afectado por la irrupción de un competidor inesperado.

Además, la llegada de DeepSeek aviva la «guerra fría tecnológica» entre China y Estados Unidos, con Europa en un papel secundario centrado en la regulación. Mientras las compañías estadounidenses enfrentan acusaciones de uso indebido de datos, la empresa china es señalada por presuntamente aprovechar modelos occidentales para su desarrollo. En este contexto, Europa debe definir su estrategia. Aunque no puede competir en liderazgo tecnológico, sí tiene la oportunidad de garantizar que la transformación digital respete los valores fundamentales de la sociedad. Al fin y al cabo, cada vez que interactuamos con una IA, ya sea china o estadounidense, entregamos datos personales que pueden ser utilizados con fines poco claros.

DeepSeek, además, opera bajo la legislación de inteligencia nacional de China, que obliga a empresas y ciudadanos a cooperar con el gobierno en cuestiones de seguridad. Esto plantea serias dudas sobre la privacidad y el uso de los datos que los usuarios proporcionan. Las consecuencias de esta «ciclogénesis explosiva» aún están por verse, pero una cosa es segura: el panorama de la inteligencia artificial ha cambiado drásticamente. En un mundo donde el dominio del ciberespacio es clave para el poder global, la irrupción de DeepSeek puede ser solo el inicio de una nueva fase en la batalla por la supremacía tecnológica.

De momento, la guerra ya ha empezado. El pasado viernes 31, OpenAI ha lanzado su nuevo modelo de razonamiento, el o3-mini, ofreciendo mejoras significativas en coste-beneficio para reforzar su posición en Estados Unidos y Europa, con un enfoque regulatorio favorable y alianzas estratégicas con el sector público y privado, mientras China, con DeepSeek, desafía su liderazgo occidental. En cualquier caso, OpenAI tendrá que seguir innovando si quiere mantener su liderazgo frente a China.
Mientras tanto, la pregunta sigue en el aire: ¿está DeepSeek realmente al nivel de sus competidores occidentales? La única forma de comprobarlo es probándolo, pero siempre con precaución respecto a la información que le entregamos, para salvaguardar nuestra identidad y privacidad.