En su presentación de los datos provisionales, el ministro Jordi Hereu ha destacado tres: 94 millones de turistas extranjeros recibidos, con un crecimiento del 10%, que han gastado 128.000 millones de euros, un 16% más y 2,6 millones de afiliados a la Seguridad Social en el sector.

Son datos magníficos, pero que guardan poca coherencia entre sí. Los turistas extranjeros representan solo una parte, eso si la más importante, de la actividad total, el gasto no está deflactado e incluye el realizado en origen por los turistas extranjeros que no figuran como ingresos en la balanza de pagos del Banco de España y los afiliados atienden no solo a los extranjeros sino también a los nacionales no contabilizados en las otras dos cifras.

Por supuesto, tanto el ministro como los competentes técnicos del ministerio son muy conscientes de la realidad, pero como siempre la propaganda ha vencido a la claridad. Mayor claridad aporta Exceltur en su análisis, también provisional, que asegura que la aportación de la actividad turística al PIB será de un 13,1%, con un aumento respecto al año anterior superior al 6%, el doble que el conjunto de la economía.

Hay acuerdo en señalar el mayor gasto por turista, la mejora en la desestacionalización, por la extensión de la temporada, y en la redistribución geográfica, con mayores crecimientos porcentuales en el norte que en el Mediterráneo. Todo ello manteniendo nuestra cuota de mercado.
Un tercio del buen crecimiento de la economía se debe al sector turístico donde han encontrado trabajo una parte importante de los más de 500.000 nuevos afiliados a la seguridad social.

Paradójicamente los países de donde proceden nuestros turistas, especialmente Alemania, han tenido un mal desempeño económico el año pasado. Solo Estados Unidos y los países con monedas ligadas al dólar rebosan optimismo debido a la fortaleza de esa moneda.

Pero quizás las amenazas más importantes son consecuencia del éxito: el rechazo al exceso de turismo en destinos saturados, la escasez de empleados en esas áreas por los precios de la vivienda y el riesgo de excesiva dependencia de un sector de baja productividad. Los turistas no van a perder su entusiasmo por España, como nos indican los niveles de reservas y las previsiones de las compañías aéreas que auguran un año 2025 aun mejor que el recién terminado.