De verdad que no tenía previsto escribir una trilogía sobre el cambio climático. Escribí a finales de agosto y también a mediados del mes pasado y, después de los trágicos sucesos de Valencia, me he sentido en la obligación de volver a tratar el tema. Uno de mis últimos comentarios fue: «Un artículo de Agulles, Jordà y Lionello (2021) estima que Balears podría perder entre el 20% y el 40% de sus playas antes de 2050. Menos playas significan menos atractivo para los turistas y, en consecuencia, un problema para nuestra economía». De momento, parece que lo de quedarse sin playas no está preocupando a nadie, supongo que es algo que se ve lejos, muy lejos… hasta que un «cisne negro» como el de la Comunidad Valenciana nos golpea.

La pregunta que, como particulares, pero también y muy especialmente desde las empresas debemos hacernos sería: ¿Estamos preparados para afrontar situaciones como esta? La clave para enfrentar el riesgo climático es una buena planificación y prevención. En la gestión de riesgos, la prevención es la primera línea de defensa.

En primer lugar, cada empresa debería identificar sus riesgos específicos y, para ayudarse, el análisis DAFO (Debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades) puede ser muy útil.

En segundo lugar, están las medidas preventivas, como reforzar las instalaciones ante el riesgo de inundación, viento, tormenta, etc, pues cada región tiene sus propios riesgos. Además, contar con un buen seguro es una forma de actuar de manera proactiva.

Por último, contar con un fondo de emergencia puede ser clave para cubrir los gastos iniciales necesarios para recuperarse (con independencia de ayudas, subvenciones o seguros). Los seguros de interrupción de negocio también nos ayudarán.

Cuando el riesgo se materializa, la respuesta rápida puede ser clave a la hora de iniciar la recuperación. Las grandes empresas tienen un plan de emergencia, pero las medianas y pequeñas no suelen tenerlo. Un plan de continuidad del negocio, una comunicación clara con empleados y proveedores, y una evaluación rápida de daños rápidamente pueden marcar la diferencia entre reiniciarse rápidamente o cerrar.

En resumen, la gestión de riesgos no es opcional. Con fenómenos climáticos extremos, cada vez más frecuentes, estar preparado resulta clave para garantizar la supervivencia de un negocio. La gestión de riesgos es, al final, una inversión en resiliencia.