No quiero caer en la grandilocuencia, pero hay signos de que estamos en un momento encrucijada: hay que decidir y hay que hacerlo con transparencia. Algo así cómo aquello de habla hoy o calla para siempre. Las amonestaciones.

Las decisiones políticas han de estar guiadas por la vocación de servicio público y deseo del bien común para los ciudadanos que han de cumplir las normas de convivencia. Vamos, digo yo. Identifico hoy dos ámbitos de decisión en los que no veo claridad y rotundidad en la actuación de quienes gobiernan en busca del bien común.

El primero de ellos se refiere a los pisos turísticos. La primera versión de la ley general turística, denominada Delgado, decía lo siguiente: «En ningún caso se considerarán aisladas las viviendas independientes que se encuentran en edificios plurifamiliares o adosados sometidos al régimen de propiedad horizontal, quedando en consecuencia prohibida la comercialización de estancias turísticas en este tipo de viviendas».

El texto era una prohibición clara y rotunda. Hoy no existe dicha prohibición. Las circunstancias y la chamba han hecho que en Ibiza no existan pisos con licencia turística a día de hoy. Pero puede no ser suficiente. En otras islas, sí que existen.

La ausencia de esta prohibición en una ley formal votada por el Parlament pone en jaque la fortaleza de una verdadera y decidida lucha contra el intrusismo. Y más importante, tenemos un problema de falta y carestía de vivienda, al que nadie pone fecha de solución. Aún así, ¿no hay valor para prohibir el uso turístico de una vivienda residencial? ¿A cuánto tiene que llegar el alquiler mensual de una vivienda para que se prohíba? No entiendo cómo en las Balears no nos defendemos con todos los medios a nuestro alcance. Amén de la mala vida a los vecinos, saturación…

Y luego están los albergues turísticos, formalmente juveniles. El conseller Negueruela acertó limitando la dimensión de estos establecimientos, si quieren funcionar como establecimientos turísticos, y no como albergues juveniles El que conocemos en Sant Antoni, logró multiplicar las plazas de alojamiento de un Hostal por cuatro, inoculando masificación en vena a bajo precio en el pueblo. Me pregunto si sabremos reconducir la situación, de una vez.