Sin embargo, a estas alturas de la película las dudas sobre los benéficos efectos de esos Fondos de Recuperación, Transformación y Resiliencia (instrumentalizados en PERTE) llevan camino de generar una nueva desilusión. Y es que, como la función empresarial es casi incompatible con la planificación centralizada gubernativa, el destino de esas ingentes cantidades de dinero ya muestra una tendencia a alejarse del deseado.
Los grandes prodigios que cambiaron los modos de vida de buena parte de la humanidad, como la luz eléctrica, el telégrafo, el teléfono, los motores de combustión interna, la radio, la televisión o la aviación, fueron el fruto de la acción empresarial en los entornos en donde esta era más favorable. Es decir, fueron los empresarios dotados de capacidad creativa y coordinadora los que descubrieron los fines que merecían la pena y las formas de actuar para alcanzarlos, lo que incluyó cómo financiarlos.
Dicho de forma más clara, la capacidad creativa fue previa a la búsqueda de la financiación. Sin duda, el que existiesen en el entorno instituciones capaces de reunir los capitales pertinentes fue una condición necesaria para su éxito, pero no suficiente.
Con los PERTE el gobierno le da la vuelta a la tortilla, es decir, primero crea el capital financiero (imprimiendo billetes) para luego elegir once sectores en donde invertir, cuenten o no con empresarios visionarios y creativos capaces de utilizar los recursos sociales.
Con esta secuencia, lo lógico es que acudan a solicitar los fondos mayoritariamente los ya instalados por considerarse tendencia, los que tengan capacidad administrativa para incorporarse a la lista, los que actúen en sectores con buena prensa política, etc. Sin duda, en algunos estos casos se podrá encontrar imaginación empresarial creativa, pero, por un simple cálculo de probabilidades eso no ocurrirá en la mayoría de casos.
De hecho, para que los empresarios creativos tomen el protagonismo social es necesario que los gobiernos y sus instituciones favorezcan la libertad empresarial en plena igualdad de condiciones. De no ser así ocurrirá todo lo contrario, esto es, que los instalados ofrezcan apoyo al gobierno para que este evite la transformación del status quo que les beneficia. Por supuesto los gobiernos aceptan encantados tal ofrecimiento. Así, devolverán el favor en forma de leyes restrictivas, justificadas con argumentos sociales, medioambientales, de seguridad o, incluso en el colmo de la sofisticación, de prevención de los monopolios.
En definitiva, mucho me temo que los PERTE, diseñados desde la política, no transformarán nada que ya no esté transformado. El tiempo lo dirá, así que aquí queda escrito.