Forest, acrónimo de Forjados y Estructuras SLL, se fundó en 1999 como empresa especializada en la construcción de todo tipo de estructuras de hormigón y, desde entonces, se ha convertido en una de las constructoras punteras en Eivissa. Juan Andrés Roig, su gerente, y otros cuatro socios, decidieron hace 23 años emprender esta aventura empresarial tras trabajar juntos en otra compañía. «Todos veníamos de la misma empresa. Yo, entonces, tenía 27 años, era el más joven de todos. Ahora ya hay alguno jubilado y dos que pronto también lo estarán», explica Roig, arquitecto técnico de profesión, y que en Forest se encarga de las cuestiones como las contrataciones y la administración, mientras que sus socios se dedican más a estar a pie de obra y a las relaciones con los trabajadores. Una plantilla que oscila entre los 40 y los 45 miembros en esta época del año.
Poco más de un año después de su nacimiento, en Forest decidieron ampliar el negocio y dedicarse también a la construcción global sin olvidar las estructuras, su gran especialidad y que supone entre el 60 y el 70 por ciento de su facturación anual. En este sentido, esta empresa con sede en el polígono de Montecristo, en Sant Rafel, cuenta con una amplia experiencia y capacidad técnica para la construcción de estructuras de gran envergadura, edificios plurifamiliares, piscinas, cisternas, cimentaciones especiales o la ejecución completa de viviendas unifamiliares de gran valor añadido. Forest realiza entre 15 y 20 obras al año. Dentro del ámbito de la obra completa, Forest también ejecuta trabajos de reforma integral, tanto en establecimientos hoteleros como en casas de campo y otras viviendas unifamiliares de estética tradicional pero también contemporáneas y rústicas gracias a un equipo profesional versátil y profesional.
Unas obras que llevan a cabo con un elevado nivel calidad y servicio gracias a una amplia y experimentada plantilla de trabajadores, así como un parque de maquinaria y medios auxiliares en constante renovación. Juan Andrés Roig destaca que, a nivel laboral, «hay poca gente interesada en aprender el oficio» y que para llevar a cabo especialidades constructivas como el encofrado es necesaria cierta cualificación. Una falta de personal especializado que con la pandemia se ha agravado «ya que la gente se ha movido menos y no ha venido tanta gente a Eivissa». Roig apunta que en las Pitiüses no hay ningún tipo de formación reglada en albañilería, por lo que si un joven quiere trabajar en la construcción lo único que puede hacer es aprender el oficio desde abajo en una empresa constructora, como siempre se ha hecho. «En la construcción, los peones y los oficiales dan muchas vueltas por las empresas pero trabajadores con perfiles más técnicos hay pocos», explica el gerente de Forest.
REFORMA LABORAL. A diferencia de la mayoría de sectores, en verano es cuando menos trabajo hay en la construcción por, entre otras razones, las prohibiciones decretadas por los ayuntamientos para llevar a cabo obras en zonas turísticas. «En verano, a no ser que hayas podido guardarte alguna obra del invierno, normalmente tienes que prescindir de personal. Pero este año ya veremos porque la última reforma laboral no nos ayuda en estos parones veraniegos. Prescindir del personal tres meses antes era más fácil y nosotros no podemos hacer hacer fijos discontinuos como los hoteles, que tienen una temporalidad más marcada que la nuestra. Hay veranos que tienes trabajo y hay otros que estás cuatro meses parado», destaca Roig.
En cuanto al impacto de la pandemia en el negocio, Roig asegura que ha sido «mucho menor» que en la crisis de 2008, donde su facturación cayó entre un 60 y un 70 por ciento. «En aquella crisis tuvimos problemas de impagos, sufrimos, pero los solventamos porque teníamos recursos propios y pudimos tirar hacia adelante. En pandemia hemos seguido teniendo trabajo aunque hayamos tenido clientes que han preferido esperar a que vengan tiempos mejores para invertir su dinero en edificios o viviendas», señala.
MATERIALES. Otro de los problemas a los que Forest y la gran mayoría de las empresas del sector de la construcción deben hacer frente en la actualidad es el encarecimiento de las materias primas. «A nivel de estructuras, necesitamos pocos materiales de fuera: hormigón y hierro. En el primer caso, los cementos llegan sin problema y los precios están contenidos, pero en cuanto a las barras de hierro curvado hace seis meses que el precio sube y sube», se lamenta Roig.
Un problema que podría agravarse con la crisis de Ucrania. «No sé lo que nos encontraremos porque me llega que, incluso, alguna siderúrgica puede cerrar y nos quedemos sin hierro y al precio que nos digan», avisa. Una tensión en los mercados que también se empieza a notar en las carpinterías de madera y aluminio y en el suministros de maquinarias como aires acondicionados. «Está siendo bastante complicado conseguir estos materiales y fijar un precio. Está todo muy volátil». En este sentido, Roig asegura que se ve obligado a confeccionar presupuestos con vigencias de solo un mes y que contienen cláusulas de revisión de precios, «algo que en casi 24 años no lo había tenido que hacer nunca, pero con la situación del hierro, que en los últimos seis meses ha subido un 60%, no nos queda otra».
Una situación que a corto plazo no tiene visos de mejorar por culpa de la invasión rusa de Ucrania. «El precio del hierro depende del precio internacional de la chatarra, que da vueltas por el mundo en barco, y el precio aumentará porque con la guerra hay menos chatarra que venga de los países del este. Es segurísimo», explica Roig.
LICENCIAS. La cartera de clientes de Forest es muy diversa. Desde promotores inmobiliarios locales, pasando por extranjeros que pretenden construirse las ahora tan populares villas y los modestos trabajadores ibicencos. Eso sí, todos tienen en común la tardanza a la hora de conseguir que la licencia de obras. Un mal que afecta a todos los ayuntamientos y que empeora con el tiempo. Un hándicap de sobras conocido por Roig, que fue presidente de la Asociación de Constructores de la PIMEEF entre 2004 y 2012. «En suelo rústico, la situación no ha mejorado mientras que en suelo urbano ha ido a peor. Antes las licencias eran bastante más ágiles. Ahora, un edificio plurifamiliar en suelo urbano, que tendrían que ser ‘faves comptades', puedes estar años esperando. No ha mejorado».
A nadie se le escapa que llevar adelante una empresa es sumamente complicado. Y más cuando al frente de ella hay cinco socios, como es el caso de Forest. «Siempre hay tensiones y siempre las habrá. Las cosas se discuten, se consensúan pero, en definitiva, la empresa funciona porque cada uno tiene su ámbito de actuación y hay que confiar en lo que hace el otro. Está claro que tiene que haber mucha comunicación pero las áreas de responsabilidad están muy delimitadas. También es cierto que si los resultados laborales y económicos van bien, también ayuda mucho», admite Roig, quien añade: «Siempre hemos sido una empresa con los pies en el suelo y sabedores de nuestras limitaciones. En las ocasiones que hemos querido abarcar más de lo que podíamos a veces ha funcionado pero a veces no. Y de los fracasos se tiene que aprender. Quizás el secreto es ser consciente de hasta dónde uno puede llegar».