Sin embargo, algunas otras fuerzas presionan los precios a la baja. Comenzando por la ruinosa gestión de la crisis que está provocado la disminución o incluso el cese de la actividad de una parte importante de sectores caracterizados por la existencia de pequeñas empresas intensivas en trabajo. Y que, probablemente, no tendrán ninguna posibilidad de acceder a los fondos europeos anunciados, más orientados hacia las empresas de mayor tamaño y al propio sector público. A lo que hay que sumar la parálisis reformista asociada a los actuales gobiernos populistas. Por todo ello, podemos esperar que el desempleo continúe en cifras elevadas deprimiendo, así mismo, la llegada de emigrantes.
Ante el impacto sufrido en el comercio de proximidad, es también posible que muchos propietarios soliciten a sus ayuntamientos para poder reconvertir locales comerciales en viviendas, aumentando, de esta forma, el stock disponible. Algo que también puede pasar con el subsector de las oficinas motivado por el uso masivo del teletrabajo. Es decir, que podemos esperar un incremento de la oferta.
Así mismo, una parte importante del turismo, sobre todo urbano y de negocios tardará mucho en alcanzar las cifras pre-COVID por lo que sus gestores pueden ver una opción en la comercialización de larga estancia. Algunos demandantes de vivienda consideran seriamente esta alternativa.
Por último, las técnicas constructivas que hasta ahora no han experimentado el impacto de la robotización, es previsible que experimenten procesos de automatización y estandarización que al tiempo que incrementan la calidad de los acabados reducen los costes de producción.
En definitiva, por un lado, el exceso de dinero presionará los precios al alza, mientras que el resto de fuerzas lo harán a la baja. No obstante, aunque no es fácil saber cuál de las dos tendencias acabará teniendo más fuerza, lo más probable es que el brutal retroceso económico de ventaja a las segundas.
Ahora bien, un incremento del intervencionismo por vía tributaria, o por falta de protección a los principios básicos de la propiedad privada, puede crear grandes distorsiones en este importante mercado, ya de por sí muy sometido a todo tipo de regulaciones, con efectos muy negativos para el conjunto de la economía y, por tanto, también para el derecho básico a la vivienda.