En febrero de 2004 escribía mi primer artículo para Ultima Hora (Edición Ibiza y Formentera) que titulaba “¡Es la calidad, estúpido!” parafraseando a James Carville, jefe de campaña del expresidente de los Estados Unidos Bill Clinton, cuando colgó un enorme letrero en su cuartel electoral que ponía “¡Es la economía, estúpido!” para que nadie perdiera de vista cuál era el objetivo principal de su campaña electoral.
Han pasado más de 15 años desde aquel artículo que se inspiró en una encuesta que venía realizando, desde hacía casi una década, la Petita i Mitjana Empresa d'Eivissa i Formentera (PIMEEF) con preguntas relacionadas con las ventas como: ¿Han disminuido o aumentado? ¿En qué porcentaje? o ¿Porqué cree que han mejorado las ventas en su empresa?
Los encuestados que contestaron que sus ventas habían aumentado lo justificaban, básicamente, con cuestiones de carácter interno, como ofrecer mayor calidad, mejor atención y servicio y más fidelización de clientes. Hoy hablar de calidad, mejora del servicio o de fidelización resulta una obviedad, pero pensemos sobre nuestra percepción… hace una década y media. La calidad, que hasta ese momento no era más que un “valor añadido”, se estaba convirtiendo en una necesidad.
En 2004 ni imaginábamos la crisis que se nos vendría encima (con inicio en los años 2007-2008) y eran años de vino y rosas. Mucho menos éramos consciente de cuestiones como la Primavera Árabe (2010-2013) y la inestabilidad que iba a ocasionar a alguno de nuestros principales competidores.
En esos momentos ya se vislumbraba el concepto de calidad como la única salida a un turismo que ya no podría competir en precio.
No quiero ser alarmista -no voy a hablar del brexit o de la crisis interna alemana- pero se avecinan años complicados en los que se evidenciará que el “lujo”, por sí solo y como comprenderán los empresarios turísticos que han apostado en exclusiva, es un ídolo con los pies de barro.
Entiendo que reflexionar sobre calidad es interesante porque defiendo que el último año “bueno” fue 2016 con un crecimiento del PIB, para el conjunto de Balears, del 4,4% y, aún siendo cierto que 2017 (2,4%) y 2018 (2,2%) también fueron sido positivos o 2019, en el que también creceremos, aunque nuevamente a tasas menores solo desde la diferenciación en calidad podremos mantener una competitividad cada vez más compleja.
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