El arquitecto, movido por la pasión, propuso un conjunto de dieciocho torres, las doce más bajas en las fachadas y las seis más altas en el centro, en una estructura piramidal que refleja la jerarquía de su simbolismo; y hoy también, para nosotros, la estructura familiar.
Gaudí trabajó cuarenta y tres años en el templo. Hombre de fe, gran observador de la naturaleza, arquitecto genial, se ha convertido en una figura universal de la arquitectura moderna. Su aportación comportó una rotura de los esquemas establecidos, tanto en la forma como en los sistemas constructivos y estructurales de sus edificios, fruto de una metodología propia, única y sin precedente.
He sacado a colación la obra insigne de Gaudí para referirme a dos aspectos que, en mi opinión, marcaron el I Foro de El Económico celebrado el pasado 27 de abril: la pasión y la familia.
A la pasión se refirieron desde el escenario Carmen y Paula Serra, Carmen Planas, Inma de Benito, Pep Verger, Antoni Riera, Andreu Vidal, Pep Piña o su hijo Frederic. Todos mencionaron cómo la pasión es expresión de vida, que simboliza una forma cambiante, heterogénea, una virtud que los padres y las madres contagian al linaje de los hijos.
La pasión da esplendor y expresividad a las obras que van construyendo estas familias, que forman nuestro paisaje empresarial cotidiano, discreto, pero inmensamente importante, para construir un tejido productivo que se va convirtiendo en emergente y cosmopolita, equitativo y sostenible...
Cual catedral, los rayos solares hacen brillar los pináculos situados en lo alto de todas las torres y en los ventanales familiares. La tarea de madres y padres, hijas e hijos, se ha dibujado en los pórticos, fachadas, cimientos y columnatas de los proyectos que edifican ese conglomerado de empresas autóctonas, líderes, innovadoras y ejemplares.
Si hablamos de empresa y de familia, en la invitación del Grupo Serra, podemos enmarcar linajes presentes en el Foro como son los Escarrer, Hidalgo, Fluxà, Sampol, Salas, Pascual, Riu, Piñero, Barceló, Mascaró, Martorell, Mayol, Rullán, Miralles, Roses, Ramis, Horrach, Matutes, Díaz Montañés, Marí, Tur, Rotger, Planas, Planells, Font, Quintana, Company, Tutzó, Rosselló, Plomer, Pastor, Vidal, Serra, Alzamora, Amengual, Fiol, Crespo, Amorós, Durán, Batle, Gomila, Montaner, Moyà, Nadal, Borràs, Roig, Coll, Cabot, Cañellas, Socías, Suñer, Huguet, Roca, Garau, Perelló, Estrany, Arrom, Mas, Bibiloni, Domenech, Pocoví, Ferrá, Llompart, Riera, Ramón, Miró, Mestre, Pons, Sintes, Femenias, Forcades, Febrer, Moll, Blanes, Buades, Oliver, Morell, Mora, Mulet, Obrador, Prats, Ramis, Sureda, Adrover o Pons, tan solo para hacernos una idea de la larguísima sucesión de apellidos que iluminaron ese foro, el gran templo en el que se convierte nuestra comunidad empresarial. Todos ellos abarcan características, capacidades, fortalezas, pero también un juego de luces y sombras, de claroscuros, producido por el reflejo social de la economía, cada día más global e interconectada. En sus fachadas luce de forma destacada la pasión por el trabajo bien hecho, por el trato respetuoso, por el servicio, la calidad…
Nuestros empresarios, que construyen familias que han de heredar los saberes y el compromiso con la tierra, se parecen a Gaudí, que anhelaba encontrar un sistema claro y unívoco para transmitir la forma de proseguir las obras que dejaba inacabadas. Ellos también proyectan buena parte de sus templos actuales y futuros combinando formas geométricas, elegidas por sus cualidades formales, estructurales, constructivas y de servicio.
Así, gracias a la formación y a los valores familiares heredados, los jóvenes introducen en el bosque empresarial innovaciones que mejoran el espacio mágico que invita al trabajo y a la prosperidad. La familia es como un bosque, porque, como decía Gaudí, “cada árbol se ramifica en diferentes ramas y sostiene una parte de las bóvedas y cuando cae un árbol, no cae todo el bosque”.
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