Coincidiendo con la víspera de San Juan y en plena celebración se anunció el resultado del referéndum sobre el brexit, las bolsas mundiales se desplomaron el viernes 24. No puede decirse que sea brujería, pero una fuerza provocó el pánico entre los pequeños inversores, que deshacían inversiones alertados. Aquí se ha explicado en numerosas ocasiones de los movimientos que provoca la toma de decisiones irracionales que afectan a la economía familiar: cuando los indicadores de miedo se disparan, siempre hay subidas bursátiles, y los datos de confianza del inversor minorista, el ratio put/call y la volatilidad (los tres sirven para medir pánico y euforia) se dispararon.
El lunes ya hubo índices que subieron y después las revalorizaciones han sido continuas: en el momento de escribir este artículo el IBEX estaba a un 15% de su mínimo post brexit y el S&P norteamericano consolidando por encima de los máximos históricos (analizados la semana pasada).
No es casualidad que se unieran los indicadores de miedo y las bolsas apoyándose en soportes clave para ver los ascensos de estas semanas, pero además hay que sumar las operaciones corporativas y los resultados empresariales.
No hay que olvidar que al invertir en bolsa (ya sea directamente en acciones o de forma indirecta vía fondos) se compran empresas. Desgraciadamente al pequeño inversor le llegan más los ruidos que el hecho de que las propias compañías compren sus acciones o las de sus competidores y que los beneficios de la mayoría superen las expectativas del mercado.
Para reafirmar que hubo un punto de inflexión post brexit, los mercados deberán romper resistencias acompañados de más resultados empresariales positivos. Si es así, podemos ver una tendencia alcista relativamente larga que se acabará justo cuando los indicadores de euforia estén disparados, que puede coincidir con la explosión definitiva de la burbuja de deuda.
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