Este ingeniero técnico naval especializado en propulsión y servicios del buque, de tan solo 32 años, tiene una amplia experiencia en el sector náutico, especialmente en el ámbito de los superyates, en el que estuvo trabajando desde que acabó la carrera hasta 2013, cuando decidió volver a casa. Náuticas y armadores son sus clientes.
REGULACIÓN. En el año 1999 el Ministerio de Fomento estableció por ley que las embarcaciones de recreo de eslora comprendidas entre los 2,5 y 24 metros debían pasar un reconocimiento e inspección obligatoria para garantizar la seguridad de las personas en el mar, fijando unos criterios mínimos tanto técnicos como de calidad. Entonces nació la figura del inspector. Hasta ese momento las inspecciones eran llevadas a cabo por el servicio de inspección de buques de las capitanías marítimas pero, con el fin de agilizar el servicio, esta función se delegó a las llamadas entidades colaboradoras de inspección debidamente acreditadas. Samuel Sintes certifica para LABCER, con oficinas en casi toda España.
“Todas las embarcaciones han de ser verificadas periódicamente, como pasa con los vehículos. Inspeccionamos fuera y dentro del agua. Desde el casco, que no tenga ningún golpe, que no sufra problemas de corrosión, de osmosis hasta la prueba de navegación, para comprobar, por ejemplo, que no genere un exceso de humos”, detalla Sintes. “A partir de las inspecciones nos piden muchas veces asesoramiento técnico para resolver dudas o problemas surgidos. Acostumbro a responder a este tipo de consultas porque forma parte de mi experiencia”, añade.
Samuel Sintes acredita no solo diez años como patrón de embarcaciones sino que estuvo trabajando como project manager para Marina Barcelona 92, un astillero de superyates de referencia a nivel mundial, y posteriormente para una consultora técnica para grandes esloras en la que se encargaba de proyectos de reparación, refit y eficiencia energética en diversos puertos de Catalunya.
De hecho, aparte de las inspecciones rutinarias, también lo llaman para realizar las llamadas inspecciones precompra, que surgen cuando se produce la adquisición de una embarcación de eslora considerable. “Cuando se suceden este tipo de transacciones, habitualmente se firma un contrato de compraventa que está condicionado a una inspección previa que tiene que hacer un ingeniero y que certifica las condiciones óptimas de la nave que el futuro armador va a adquirir y que supone un seguro y una traquilidad para todas las partes”, detalla Samuel Sintes.
MAÓ TIENE POTENCIAL. Como profesional del sector náutico, a Samuel le gustaría que el puerto de Maó pudiera tener algún día un varadero en condiciones para albergar servicios para superyates. “Durante estos dos últimos años he observado que los superyates navegan cada vez más por nuestra isla y nosotros tenemos un puerto natural que es ideal como puerto de hibernada. Deberíamos plantearnos seriamente la posibilidad de disponer de unas instalaciones para poder dar este tipo de servicios de alto valor añadido. La facturación y la generación de riqueza es exponencial, porque si tenemos en cuenta que el precio de un superyate está en el millón de euros por metro de eslora, se calcula que el mantenimiento anual de una embarcación está alrededor del 10% de su valor”, argumenta.
“Yo mismo tengo la experiencia cuando trabajaba en Barcelona de haber acudido a una embarcación de estas características para solucionar un problema hidráulico con una puerta y haber acabado facturando medio millón de euros al armador para solucionar problemas internos que no se habían detectado”, explica este ingeniero menorquín. “Ahora bien, con un puente grúa adecuado no bastará sino que también será imprescindible personal muy bien formado y preparado que tenga la capacidad de responder a las expectativas”, concluye.
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