A propósito de China. Han corrido ríos de tinta estas últimas semanas movidos por las tempestuosas actuaciones de sus autoridades y por la información económica que proporcionan. La mayor parte de este artículo recorrerá los sinuosos meandros que su potente economía podría plantear en los mercados globales.
Analistas de todas las plazas apuntan y coinciden en un diagnóstico: China está protagonizando la mayor burbuja de la historia moderna con graves implicaciones políticas, sociales y, sobre todo, económicas. A ellos hay que agradecerles su contribución publicando informes que muestran el escaso rigor de algunos datos macroeconómicos proporcionados por las autoridades chinas.
Jim Chanos ya inició sus advertencias en EEUU y Europa en 2009. Despertó su curiosidad la constatación de que los productores de ‘commodities' no estaban viéndose perjudicados por la grave crisis financiera que en aquellos momentos se estaba viviendo. De hecho, registraban suculentas ganancias pese a que otros sectores se tambaleaban.
Se observa que el factor determinante de ese auge es el voraz apetito de China por las materias primas. El país, que había eludido en gran medida la crisis financiera, era el responsable de la compra del 40% de todas las exportaciones mundiales de cobre y del 50% del hierro del mundo. Además, entonces ya disponía de 5.600 millones de metros cuadrados de inmuebles en fase de desarrollo, la mitad residencial y la otra comercial. Mayoritariamente, apartamentos de alta gama de más de 90.000 euros, cuando el ingreso medio de los hogares chinos es inferior a los 9.000 €.
Esos datos nos conducen a la conclusión de que China estaba inmersa en una burbuja de crédito insostenible, porque el rápido crecimiento de su economía no se sostenía únicamente por las exportaciones sino por la oferta inmobiliaria, basada en ingentes cantidades de deuda. Y todo ello alentado por unas políticas que habían encontrado en los gastos en infraestructuras un modo de mantener la economía en continuo crecimiento.
Conocemos en estos lares los resultados de una especulación inmobiliaria desbocada y más aún cuando gran parte de la economía depende de la construcción. Con esa misma coyuntura, el país oriental está ahora maniobrando hacia un aterrizaje forzoso. China es destinataria del 8% de las importaciones mundiales y representa el 11,5% del PIB mundial y un 38% del PIB de la zona Asia-Pacífico. La pérdida de confianza en el país asusta a los mercados de valores de todo el mundo. Aunque no sea el único motivo de la volatilidad del mercado, China sigue siendo un factor importante. Dice la sabiduría popular que la paciencia es la madre de la ciencia. No sé si la inversión en bolsa tiene mucho de ciencia pero, desde luego, no se debe afrontar sin una buena dosis de paciencia. Revisando los resultados y los balances de las principales compañías, observamos que ganan el dinero que se puede esperar, que este año ganarán más que el año pasado y que nada nos lleva a pensar que se vayan a desplomar, con Europa creciendo a un ritmo moderado, Estados Unidos a un ritmo plenamente normal y Asia a un ritmo vivo, aunque no frenético, salvando los vaivenes chinos.
La paciencia y la experiencia nos ayudan a relativizar los bruscos movimientos bursátiles de los últimos meses. Hay que estar tranquilos y confiar en que la oscilación del mercado irá siendo menor y nos permitirá cerrar el artículo de hoy con una propuesta de arte. Les invito a visitar una doble exposición. El lugar: el Centre de Cultura Sa Nostra. La primera, para admirar los Altars profans de Toni Catany. La segunda para saborear Inèdits, casi un mano a mano de Miró y Barceló. Ineludibles. No se las pierdan.
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