París es una de las ciudades más seguras del mundo. Además de la policía y la gendarmería, el ejército, caso único entre las grandes ciudades occidentales, patrulla las calles y vigila edificios emblemáticos, dentro del programa Vigipirate, para la prevención del terrorismo.
Los índices de delincuencia con violencia en el centro, la zona que visitan los turistas, son bajos. Son mayores en el caso de hurtos, especialmente a los turistas orientales, que en general no están acostumbrados a tomar las precauciones adecuadas y suelen llevar encima bastante efectivo.
Por estos motivos los sangrientos atentados de estos días, todos somos Charlie, van a tener muy poca repercusión en el turismo de la capital francesa, que va a seguir siendo una de las principales atracciones turísticas mundiales.
Pero si París no va a sufrir, sí lo harán, como consecuencia de la inevitable ola de islamofobia, países como Marruecos, Túnez o Egipto, que estaban empezando a recuperarse de las fuertes caídas desde el año 2011, como consecuencia de las primaveras árabes. La paradoja es dolorosa, especialmente para Túnez, que acaba de celebrar elecciones presidenciales y legislativas, ganadas por los laicos, y Egipto donde el presidente Al Sisi persigue sañuda y efectivamente a los Hermanos Musulmanes.
Ambos países son hoy más seguros que en los tiempos anteriores a las revoluciones pero el cliente europeo, especialmente el francés en el caso de Túnez y el inglés y alemán en el de Egipto, ha quedado satisfecho con la experiencia canaria y balear, y en algún caso griega o turca, y no ve la necesidad de regresar a unos destinos de cultura musulmana, a pesar de la impecable laicidad del estado. Turquía es un caso aparte.
Estos efectos secundarios ponen una vez más de manifiesto la importancia de la seguridad en el turismo. Se trata de un atributo que no puede publicitarse, sería como decir que los demás destinos no son seguros, ni mencionarse excesivamente, excepto en lugares donde la percepción de seguridad no sea completa.
La percepción que se tiene de España y de los principales destinos como Balears o Canarias en los grandes mercados emisores europeos es la de un lugar seguro, no solo en el aspecto físico, sino, lo que es igual de importante, en el aspecto sanitario, de infraestructuras y de comunicaciones. El precio extra que los turistas tienen que pagar por esos pluses es mínimo, y ahí se encuentra una de las claves de las cifras de turistas en los dos últimos años, en los que los hoteleros han sacrificado rentabilidad por cuota de mercado.
A todos nos interesa un norte de África estable y lo más próspero posible para evitar que los habitantes de estos países se unan a los subsaharianos en el asalto a Europa. Para ese objetivo el turismo es un instrumento importante.
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