El hipoclorito de sodio, cuya disolución en agua conocemos como lejía, es un compuesto químico que lleva siendo la base del negocio de la familia Olives desde hace casi noventa años. Fue en 1925 cuando Antonio Olives Barber se hizo cargo de la pequeña fábrica de jabones situada en el puerto de Maó. Anteriormente había trabajado en una entidad bancaria pero las casualidades quisieron que Toni, “es saboner”, acabara como propietario del negocio. Historias que nacen de una relación de confianza y que se acaban transformando en empresas familiares de largo recorrido como la que hoy es Lejías Olives. Al frente está la tercera generación, con los hermanos Juanjo y Toni Olives, que sigue con el mismo quehacer de la fabricación diaria del cloro desinfectante pero abiertos también a la comercialización de toda clase de productos y artículos de limpieza.
LA GALIA. Jabones y Lejías La Galia se había fundado a principios de 1900 por una familia de origen valenciano. Antonio Olives Barber había empezado de aprendiz pero el destino quiso que acabara como propietario. “En aquella época repartían la lejía y el jabón casa por casa en un carro tirado por un caballo”, explica Juanjo Olives, nieto del fundador y tercera generación. “Se trabajaba de sol a sol. Se encendía el fuego a primera hora para cocer el jabón, cortarlo y prensarlo manualmente. Mezclaban los ingredientes artesanalmente durante largas horas para, después de todo el trabajo de fabricación, salir a repartir”, explica. Tres de sus hijos, Pedro, Antonio y Ricardo, le empezaron a ayudar cuando salían de la escuela y poco poco se fueron incorporando hasta que en 1973 se hicieron cargo del negocio. La progresiva modernización del proceso de envasado permitió también ampliar la distribución a supermercados, bares y restaurantes.
NUEVA GENERACIÓN. Juanjo Olives, que este año ha cumplido cuarenta años, se incorporó hace veinte. “Empecé repartiendo con la furgoneta, acompañando a mi padre para poder conocer a los clientes. Sigo pisando la calle a diario porque no soy una persona de despacho. Si de verdad quieres coger el pulso de cómo van las cosas o cómo mejorar, hay que estar en contacto con los clientes. Muchos de ellos no saben quién soy y me tratan como un comercial más de la casa, cosa que no me importa porque todos formamos un mismo equipo”, explica el gerente. Son seis empleados durante todo el año entre los cuales también está su hermano Toni Olives, que se encarga del servicio técnico. “Tenemos una plantilla relativamente joven, en la que la persona que lleva menos tiempo ya hace ocho años que trabaja con nosotros. Procuramos que se sientan bien porque sabemos que esto repercute en un cliente satisfecho”, relata el gerente. El 80 por ciento de sus ventas van destinadas a hoteles y restaurantes aunque también distribuyen a supermercados (tienen un acuerdo con Dispreu), náuticas, administraciones públicas y particulares en la gama de productos destinada a piscinas, donde también se encargan del tratamiento del agua. Su mercado está concentrado exclusivamente en Menorca, donde tienen más de 800 clientes.
El itinerario de fabricación que sigue realizando la familia Olives no tiene mayor secreto que la adecuada disolución acuosa del hipoclorito de sodio, aunque todo el proceso químico sigue dependiendo de la frescura del compuesto ya que es un material muy volátil, explica Juanjo Olives. “Fabricamos 130 toneladas al año, que se envasan y distribuyen en diversos formatos, bien sea utilizado como desinfectante para hoteles o restaurantes, bien sea para piscinas o para el tratamiento de aguas potables”, detalla. “Todo se ha ido mecanizando con el paso del tiempo, como es lógico. En 2008 adquirimos una nueva envasadora mucho más rápida y precisa, que también usan los fabricantes de aceite y que nos agiliza todo el trabajo”, añade. La estacionalidad triplica su negocio y su trabajo en verano, ya que los hoteles son unos grandes consumidores de su producto, si bien no solo les proveen de la lejía. “Intentamos servir toda la gama de productos y artículos de limpieza que puedan necesitar, desde bolsas de basura, escobas, y guantes a lo que puedas imaginar. Si dependiéramos únicamente de la lejía, quizás ya no estaríamos en el mercado”, explica el gerente. El catálogo de Lejías Olives tiene hoy en día más de mil productos y no deja de crecer en número de referencias, como él mismo explica. Este esfuerzo del día a día se ve compensado en un crecimiento sostenido de las ventas año tras año, sin que la crisis de este último periodo les haya afectado especialmente. El ejercicio pasado, Lejías Olives S.L. facturó seiscientos mil euros.
Aunque disponen de casi mil metros cuadrados para la fabricación y el almacenamiento del producto acabado, tienen repartido el espacio entre Maó y es Castell. “En el puerto tenemos trescientos metros cuadrados disponibles, en los que se encuentra la fábrica y algo de almacén. En el polígono de es Castell nos repartimos entre dos naves que suman seiscientos metros y que también sirven de almacén”, explica Juanjo. “En 2010 compramos una parcela de la cuarta fase del polígono de Maó y en un futuro esperamos poder dar el paso”, concluye.
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