Gourrama es el título de esta novela descarnada y el nombre de una aldea marroquí en las estribaciones del Atlas que fue un puesto avanzado de la Legión Extranjera francesa en los años veinte, uno de los destinos castrenses que el propio Friedrich Glauser (1896-1938), quien entre 1921 y 1922 también sirvió como legionario de Orán, Sebdoy y Sidi Bel-Abbès.
La editorial jienense Ginger Ape ha puesto el subtítulo de Una novela de la Legión Extranjera a esta primera versión española de una obra que, traducida por Carlos Fortea, aborda todos los temas tabúes de la Legión, como las drogas, la homosexualidad, la corrupción, la traición y la inexistencia de auténticos héroes.
Los editores de Gourrama han descrito a su autor, Friedrich Glauser, como «habitante perpetuo del mundo de los marginados»; de ahí que sus personajes sean «la tropa de jóvenes desposeídos y desheredados que, justo después de la Gran Guerra, terminó por refugiarse en la Legión, incapaces de ejercer de ciudadanos ejemplares, sumidos en la desesperación y acosados por el fantasma de la soledad y el aburrimiento».
Glauser es de esos escritores que se interesan más por los personajes que por los escenarios y que se preocupan, más que por obtener un argumento novelesco, por reflejar una atmósfera, siempre obsesionados por la idea del destino individual.
De ahí que en su novela refleje con crudo realismo la monotonía asfixiante de un puesto de vigilancia, cómo un ambiente enrarecido va calando en una compañía de legionarios y cómo casi de la nada surgen la deserción, la insubordinación, las borracheras absurdas, las cuchilladas y los suicidios.
Gourrama parece haberse contagiado del malditismo que distinguió a su autor porque la novela nunca se publicó íntegramente en vida de Glauser y este tuvo que suprimir un buen puñado de páginas y efectuar varias versiones por exigencias de sus editores.
Glauser trató de abrirse camino como escritor después de que la Legión lo rechazara en 1923 por sus dolencias cardíacas, lo que le condujo a trabajar como friegaplatos en París y como minero en Charleroi, hasta recaer en la morfina y pasar sendas temporadas en el manicomio de Tornai y en la penitenciaria de Witzwil.
No obstante, tras ese tortuoso periodo logró publicar algunos relatos, concluir algunas novelas policíacas, mientras trabajaba como jardinero y periodista y pasaba por curas de desintoxicación y recaídas en su toxicomanía.
Friedrich Glauser optó por una visión narrativa «desde abajo», tal y como escribió a un amigo suyo en 1938, apenas tres semanas antes de morir: «No quiero picar muy alto, sino seguir vegetando en las tierras bajas y vagar lo más discretamente posible por esta Tierra tan sucia. Siempre me ha interesado observar un país desde abajo. Así es como siempre he vivido y pienso seguir viviendo».
2 comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Periódico de Ibiza y Formentera
Los historiadores catalanes mismos han desmontado el "bulo" separatista sobre una "Legión de catalanes" en la I Guerra Mundial. Supongo que sumaban a reclutas del Rossellón francés y al volante normal de enganchados en la Legión Francesa, casi nunca por motivos ideológicos. Era un montaje para atrarse la simpatía de los Aliados vencedores. Sí que era catalán el mariscal Joffre, organizador de la brillante contraofensiva del Marne, pero en absoluto catalanista.
A partir de 1945, la Legión extranjera se nutrió de militares alemanes, presos en Francia. Durante, la campaña de Indochina, el alemán fue la segunda lengua de la Legión. Al parecer, se engancharon incluso militares de las waffen SS, contra las normas que lo prohibían.