La cocina del festival
La 22ª edición del festival ha terminado, pero detrás de las luces del escenario existe un trabajo intenso para ofrecer el mejor concierto posible, como el llevado a cabo por Abe Rábade, Albert Sanz y Àngela Cervantes en los ensayos de Eivissa Jazz Experience
«La subida la haces tú», «vamos desde la bajada ésta», «¿lo hacemos una octava más abajo?». Frases sueltas mientras un piano y un teclado suenan sobre el escenario de Can Ventosa ante una platea vacía y en obras. Butacas tapadas con lonas de plástico, una batería sin nadie que la toque y dos pianistas, Abe Rábade y Albert Sanz, junto a la cantante Àngela Cervantes, ensayando para el concierto que el pasado sábado ofrecieron en el baluarte de Santa Llúcia en la jornada final del Eivissa Jazz Festival.
Por una de las puertas de Can Ventosa que da al exterior un serie de notas repetidas una y otra vez se confunden con el tráfico. Sanz y Rábade siguen dándole vueltas al mismo punto mientras escogen quién entra en cada momento, cuándo hay que acompañarse o el instante en el que el tema debe romper.
Las partituras se reparten sobre el piano, el teclado y un altavoz situado entre ambos, y mientras avanzan los minutos están cada vez más llenas de anotaciones. Sanz conoce la pieza a la perfección: se trata de Imagina, firmada por Jobim y Buarque, pero ahora ambos deben conseguir que sus lenguajes (aunque se sostengan sobre el idioma del jazz) encajen. A pocos metros, sentada en una silla, Àngela Cervantes mitiga el calor abanicándose intermitentemente, esperando su turno en el ensayo.
«¿A ver cómo era esto? Ah, sí». Rábade se pregunta y se responde a sí mismo en el momento de enfrentar la coda de la pieza. Atrás parecen haber quedado las dudas sobre el 'tempo' o sobre quien «empieza arriba». La concentración es alta, aunque el ambiente es distendido. Una llamada de teléfono que reclama la atención de Albert permite un pequeño descanso y Abe aprovecha para ir a buscar algo de agua. El verano aprieta, aunque el aire acondicionado de Can Ventosa suaviza la situación.
«Vamos a compartir el piano como buenos hermanos», señala Rábade a Sanz, para, a continuación, entre risas, y ya sentado frente al instrumento, afirmar: «Qué chungo es este teclado». Los dos pianistas siguen compartiendo notas y comentándolas mientras Àngela ejercita su voz caminando por el fondo del escenario, una especie de pasillo laberíntico de andamios y utillaje. Y ha llegado su momento. Apoyada en el piano de Can Ventosa, a cuyas teclas se encuentra Abe, su voz, cantando Camariñas, una canción tradicional gallega, flota tenue ante un público inexistente y se cuela entre las notas del piano y el teclado.
«Es una melodía hecha pero molaría que hicieras un solo», indica Abe a Àngela, tras atacar el final de la pieza. Y luego explica a Sanz: «Allí -en Santa Llúcia-, será 'guay' porque los pianos estarán así (Abe hace un gesto enfrentando las manos) y nos podremos ver». Conocedor del escenario del baluarte, Rábade apunta a sus compañeros que uno de los problemas a tener en cuenta es el viento.
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1 comentario
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Qué gran personaje Abe Rábade y qué lujo para Ibiza¡¡