PEP TUR
Antoni Riquer i Arabí, el 'Corsari Riquer', vivió su momento de gloria el día que logró apresar el navío inglés 'Felicity' en 1806, a bordo del cual navegaba el corsario Novelli, conocido como 'Il Papa'. Cien años después, el pintor ibicenco Narcís Puget Viñas recibió el encargo de inmortalizar al marino en un retrato cuyo destino sería el espacio reservado a los hijos ilustres de Vila en el Ayuntamiento de la ciudad. Hoy, lo que no dejó de ser un encargo se ha convertido en una excusa perfecta para conocer el sistema de trabajo y el celo profesional de un pintor que dejó por escrito sus preocupaciones sobre este cuadro en cuatro cartas a su amigo Isidor Macabich.

«No conocíamos su existencia "explica la directora del Museu d'Art Contemporani d'Eivissa (MACE), Elena Ruiz". Isidor Marí donó al Ayuntamiento parte de los archivos de Isidor Macabich y allí aparecieron las cartas». La figura de Narcís Puget Viñas parecía ser ya muy conocida, pero la exposición que le dedica el Museu Puget acerca de los retratos que realizó ha abierto nuevas puertas para seguir adentrándonos en su mundo.

En el año 1906, Narcís Puget vivía en Madrid, donde reside su primo, Narcís Puget Chorad, y preparaba oposiciones para institutos. Allí recibió el encargo de retratar al 'Corsari Riquer', trabajo por el que debía recibir 300'7 pesetas. Pero se trataba de pintar a alguien a quien no conocía y del que, al parecer, sólo existía un grabado antiguo que le facilitó la familia Fajarnés, «aunque este grabado hoy está desaparecido», recuerda Elena Ruiz.

El modelo
Así que urgía encontrar a un modelo. Así se lo explica a Macabich en una de las cartas: «Hace un mes encontré el Marino Riquer en cueros en la clase de natural de la Academia. Cuando se vistió le hablé muy serio (...). El pobre señor me contestó q. vivía, comía y se vestía de desnudarse. Desde aquel momento quedó comprometido él y su barba». Igualmente, le refiere el precio: «Después de llorarte un poco me lo quedé por tres pesetas toda la mañana ó sea tres horas ó peseta por hora. No es caro entrando la combinación de la barba», escribe Puget.

«Las cartas son un gran documento, porque además, aunque no tenemos las que escribió Macabich, sí podemos intuir lo que le dice a Puget gracias a las que escribió el pintor», explica la directora del MACE, para quien el retrato de Riquer es «súper académico, está comprometido con el retratado y busca conseguir un retrato oficial, algo que irá perdiendo con los retratos de hijos ilustrse que irán a continuación, porque el de su suegro, José Riquer Llobet no es nada oficial y es casi impresionista ya que lo pinta tras haber viajado a París. Y en el caso del de Fulgencio Torres Mayans, fechado en 1945, Puget tiene ya la vista muy mermada y se permite el lujo de hacer un retrato muy libre, con colores situados más allá del modelo del natural».

Volviendo al 'Corsari Riquer', Puget había solucionado la búsqueda del modelo y ahora le tocaba el turno al vestuario. «Me vuelve loco el traje», le escribe a Macabich, quien ya se ha erigido en el consultor histórico para el retrato y Puget le relata cómo ha ido al Museo de la Marina para documentarse.

Y aquí se abre un debate acerca de la edad del marino en el retrato, que queda fijada en 35 años, y los galones de los que disfrutaba, indicándole por error en un principio a Macabich que lo había vestido de capitán cuando en realidad, tal y como aclara en su siguiente misiva, lo ha hecho de teniente: «... se distinguían los tenientes de los capitanes "escribre", en q. los primeros ó sea los tenientes llevaban un galón y una charrotera en el ombro izquierdo, como tú dices. No llevaban estrellas. (...) La mayor parte llevaban peluca blanca, pero yo no la he puesto a Riquer porque no hubiera gustado y supongo no la llevaría él».

Tal era la relación de Puget con este retrato que, en la última de las cartas que comparte sobre él con Macabich, Puget lo considera como su «verdadero hijo», otorgándose a sí mismo el papel de madre, mientras que el de padre de la criatura recae en Macabich. De hecho, en un párrafo, Puget escribe: «... Me sentí madre y al poco tiempo di a luz el marino Riquer. De Modo q. estoy seguro q. tú heres el padre».

Elena Ruiz no duda en señalar que existe en las cartas que Puget remite a Macabich «un celo profesional maravilloso y enternecedor», y parte de ese celo profesional se refleja a la perfección en las instrucciones que el pintor envía al historiador sobre cómo actuar con la obra una vez llegue esta a la isla. El 24 de mayo de 1906, Puget escribe: «Acabo de despedir al valeroso corsario ibicenco D. Antonio Riquer y Arabí, que sale para Barcelona. Allí le pondrán bajo un marco archivo y lo embarcarán para Ibiza». Pero esto sólo es la parte informativa, puesto que en la misma misiva Puget instruye a Macabich con precisión: «Cuando lo recibas no lo enseñes á nadie q. no lo puedas colocar en sitio q. le de bien la luz. Al colocarlo en la sala tiene q. estar a la derecha mirando á la mesa presidencial. Mirando al retrato del rey. Tú mismo ya verás como le da la luz en la cara q. tiene q. ser la luz misma q. entre por las ventanas ó balcones. No lo hacerques mucho a los balcones» "en la exposición Retrats se ha intentado respetar la voluntad de Puget al iluminar la obra". Igualmente, Puget recomienda a Macabich: «Opino q. no tendrías q. destapar el cuadro ó q. no tendría que verlo nadie antes que su familia (...). Presentarlo á estos lo mejor posible y con muy poca luz y á medida q. lo vayan reconociendo ir aumentando ésta hasta q. al final lo vean á plena luz». Y no puede pasar sin hacer una última petición al historiador: «Enseguida q. tú y la gente lo hayan visto me escribes la impresión sin dejar ningún detalle».