'Anatomia de la Sal I', una de las obra en blanco y negro de Pep Tur.

C.CIRES

Ses Salines de Eivissa se convertirán el próximo día seis de agosto en un espacio dedicado a la cultura y al arte contemporáneo gracias al patrocinio de la galería Mazzoleni Arte de Milán y la colaboración del Ayuntamiento de Sant Josep y de Salinera Española.

Los artistas Mario Arlati, Olga Andreino, Pep Tur, Willie Márquez y Werner Branz en dos espacios distintos (el ex almacén de la sal y el taller eléctrico) y una instalación site specific, de Caterina Margherita, conforman el argumento de la primera exposición que arrancará el día seis de agosto con el título Interferencias.

Interferencias se plantea como proyecto abierto, una muestra colectiva articulada alrededor de tres conceptos distintos: la relación con el medio de producción (sal), con la historia (pasado) y con la contemporaneiedad (actualidad). El diálogo o enfrentamiento entre naturaleza e industria, entre materia y vacio, materia incorporada o negada, la memoria o la cotidianidad son algunas de las claves con las que cada uno de los artistas interfiere, cambia y reinventa un futuro posible.

Un proyecto complejo que tiene por objeto ser una presentación y declaración de principios al mismo tiempo, un posible cambio de ruta, un punto de inflexión donde pararse y mirar a través del espejo de una contemporaneidad consciente. Posiblemente es difícil establecer si una operación de este género tendrá o no su éxito como, de igual modo, es difícil afirmar con precision que es el éxito en este tipo de eventos pero los responsables afirman, «sin riesgo de errores», que lejos de escandalizar, Interferencias «reinterpreta y revalorizar un ámbito del parque, del parque natural y protegido».

Llevar el arte a espacios insospechados, funcionales y funcionantes, es una práctica ya extendida a otros paises y capitales (sirvan como ejemplo la Fondazione Olivetti en Roma o la Tate Modern de Londres, en ambos casos, antiguas fabricas). La diferencia es que, en la mayor parte de los casos, estos restos de nuestra era post-industrial se encuentran en alguna periferia de alguna gran ciudad, y no en un contexto natural como el que nos ocupa.

Evolución

En otro tiempo Eivissa fue llamada la isla de la sal. De hecho sus ciudadanos tenían derecho consuetudinario al consumo de la sal. Hoy el área que rodea al viejo almacén de sal (con una superficie de 350 metros cuadrados) y el ex taller eléctrico funcionan como una sola unidad dinámica. Son dos los espacios que se articulan en torno a la extracción de sal y, en los dos casos, los usos y abusos de la industria han dejado sin actividad comercial real. Algo que permitirá el acceso a otro tipo de usos culturales y experimentales, como ocurre desde mitad de los años 80 en otras partes de Europa y Estados Unidos, permitiendo el acercamiento y la mezcla de dos realidades paralelas e infinitamente separadas.

En el proyecto de adaptación de la nave y el taller como sedes expositivas, se han conservado los elementos que forman parte de la arquitectura original del espacio y que lo identifican como tal. En este contexto, surge un singular enlace entre el pasado y el presente, la tradición y la innovación, lo cotidiano y lo peculiar. Obras-trastos repartidas abigarradas, encontradas. Un diálogo abierto entre contenedor y contenido.

Fomentar la actividad artistica y creativa identificándola con un área concreta de la isla, proponer metáforas posibles y mirar atentamente la realidad local e internacional; conocer las múltipleas caras que definen el panorama artístico sobre la superficie de un tejido cultural activo y, pocas veces, valorado; trabajar en los márgenes para actuar en el centro, para proponer otra visión; revelar una inquietud cultural latente, real y necesaria, son los objetivos principales de este nuevo espacio cultural.