EFE-CANNES

Después de tres meses en las carteleras españolas, Los abrazos rotos revivió ayer en Cannes en clave de cine político, una metáfora sobre la recuperación de la memoria histórica que Almodóvar siempre tilda como una de las más complejas de su carrera, que fue ayer de algún modo reescrita por él mismo en un festival, donde aspira a la Palma de Oro.

Esta nueva versión la había guardado para sí. «No me habíais preguntado nunca por ello y aquí no me lo han preguntado pero yo quería decirlo», explicó. «Es una metáfora que no está clara, está dentro de mis intenciones y si no la digo no se sabe. Lo que ocurre es que no encontré un hueco para que en la película se expresara de un modo explícito».

Las dos identidades que el personaje principal de su película adopta -Mateo Blanco y Harry Caine- pueden interpretarse como un país que huye de su propio pasado, pero que finalmente tiene que enfrentarse a sí mismo. «En las películas que hacía en los 80, de un modo deliberado, no estaba ni la sombra de Franco. Para mí tranquilidad negaba que hubiera existido y era el modo de vengarme contra su memoria», afirmó. «Pero llega un momento en el que es imposible renunciar a ella. Es necesario afrontarla para equilibrar la situación».

Por ello, ahora Almodóvar se siente capaz de adaptar al cine el libro de Marcos Ana Decidme cómo es un árbol y abordar el pasado de España. «Mi personaje es lo que hace: 14 años después se siente capacitado. Le es imposible seguir llamándose Harry Caine y decide volver a montar la película», argumentó. «Lo anterior ha sido una intromisión en su trabajo, pero los negativos de las películas son mucho más longevos que las personas que atentan contra ellos» y así, la película se cierra con una familia reunida para componer la verdadera versión de Chicas y maletas, el homenaje que rinde en Abrazos rotos a su película Mujeres al borde de un ataque de nervios.

Hablando en términos de actualidad, se mostró igualmente claro: «Ahora es absolutamente necesario recuperar esa memoria. Hay una Ley de la Memoria Histórica, que a mí me gustaría que se llevara a cabo con mucha mayor efectividad, con la misma efectividad que prometieron los socialistas en el momento de las elecciones». Harry Caine sería, entonces, como la Transición española. «Fraga y Carrillo eran dos hombres que tenían que olvidarse de lo que había sucedido y lo que había significado la guerra para cada uno de ellos para poder reconciliarse», argumentó.