EFE-MADRID

Ana María Matute legó ayer a la Caja de las Letras del Instituto Cervantes Olvidado Rey Gudú, el libro que siempre quiso escribir, y con el que le gustaría que la recordaran dentro de veinte años, cuando se abra el cajetín de seguridad cerrado hasta entonces por decisión de la escritora.

De esta manera, la académica de la Lengua se convierte en la primera mujer que deposita su legado en la Caja de las Letras, dónde los escritores Francisco Ayala, Carlos Edmundo de Ory, Antonio Gamoneda y Juan Gelman tienen depositado ya el suyo, y el mismo permanecerá custodiado en la sede central del Cervantes hasta el año 2029.

«Es un libro mágico, como la vida misma», afirmó la ganadora de Premios como el Nacional de las Letras, el Planeta o el Nacional de Literatura y el de Crítica, y lo comparó con cuando nació su hijo, pues no pensaba que era fruto del amor entre ella y su marido, sino «un milagro».

La escritora catalana recordó que fue una niña «mucho más feliz» que Adriana, la protagonista de Paraíso inhabitado, su última novela, en la que recrea una historia que comienza en los años veinte y llega hasta la posguerra; y confesó que de su infancia lo que menos le gustaban eran «las monjas», aunque aclaró que «las de antes; no las de ahora». Además, refiriéndose a la actualidad, Matute mostró su repudio por las guerras, «a las que habría que extirpar del mundo».