Joel Joan, en uno de los momentos de la obra.

R.C.

Este viernes llega a Can Ventosa Jo sóc la meva dona, la historia real de un travestido alemán que cautivó a Doug Wright y al que da vida Joel Joan.

La obra explica la fascinación del autor, Doug Wright, por la vida de Charlotte von Mahlsdorf. La biografía de Charlotte, sin embargo, está cuajada de claroscuros que perfilan un retrato paradójico del personaje. Sus defensores destacan su activo papel en la lucha por los derechos de los transexuales, mientras que sus detractores recuerdan que Charlotte militó en su día en las Juventudes Hitlerianas o que algunos documentos la vinculan a la Stasi (policía secreta alemana) para la que supuestamente espió y delató. En cualquier caso, fueron esas contradicciones las que fascinaron al dramaturgo y guionista Doug Wright, hasta el punto de tomar un avión y plantarse en Berlín para entrevistar a tan controvertido personaje. Wright quedó cautivado por su encanto y sus relatos sobre cómo consiguió sobrevivir a tanta barbarie. De sus conversaciones se nutre, en parte, Jo sóc la meva dona, un monólogo que transita de la alegría al dolor, del recuerdo a la esperanza, y que fue reconocido en 2004 con prestigiosos galardones (entre otros, el premio Tony y el Pulitzer). Del mismo modo, los artículos sobre Charlotte von Mahlsdorf publicados en los periódicos alemanes, su correspondencia personal o los archivos de la Stasi brindaron también un valioso material para articular esta biografía escénica.

Por su aportación al patrimonio cultural germánico como coleccionista, von Mahlsdorf fue distinguida con la orden alemana del mérito después de la caida del muro. Sus últimos años fueron muy controvertidos por las acusaciones de complicidad con la Stasi.

Con adaptación de Fernando Masllorens y Federico González del Pino, traducción de Joan Sellent y dirección escénica de Marta Angelat, Jo sóc la meva dona llega este viernes, a las 21.30 horas, al escenario de Can Ventosa. Joel Joan da vida en la escena a una mujer que llegó a reunir su colección de vajillas, relojes o lámparas en un museo, el Gründerzeit, que ella misma fundó en Berlín-Mahlsdorf en 1960, y cuya aportación al patrimonio cultural alemán fue recompensada en la década de los 90 con la orden del mérito de su país.