Tiempo libre, vacaciones para los niños y largas sobremesas frente a la televisión tras una opípara comida. O una visita a las salas de cine entre ágape y ágape. Hay pocos modos de pasar mejor estas fechas que acompañados por el cine y la industria, consciente del espíritu (y del negocio), ha ofrecido a lo largo de sus más de cien años de existencia algunos títulos inolvidables, más allá de los estrenos que cada doce meses renuevan el género.

No se puede pasar una Navidad cinematográficamente perfecta sin echarle un vistazo a esa joya animada de Tim Burton titulada Pesadilla antes de Navidad, o reviviendo el clásico de los clásicos de Navidad: Qué bello es vivir, firmado por Frank Capra e interpretada por James Stewart.

También en el campo de la animación, Robert Zemeckis, bajo la supervisión de Steven Spielberg, firmó hace unos años Polar Express, sin olvidar la cinta que encumbró a Macaulay Culkin: Sólo en casa.

Pero las navidades más incómodas fueron sin duda las que vivió Bruce Willis encerrado en un rascacielos con unos terroristas en La jungla de cristal, mientras los Teleñecos versioneaban para la gran pantalla el clásico Cuento de Navidad de Dickens.

En el campo más freaky de las celebraciones hay que situar a Àlex de la Iglesia, que planteó unas satánicas fiestas en El día de la Bestia o las monstruosas criaturas que en plena Navidad se apoderan de un pueblo entero en Gremlins.

Aunque para una Navidad castiza y un poco surrealista, nada mejor que recuperar Plácido, una de las obras maestras de Berlanga y en la que podemos ver lo mejor y lo peor de unas fechas que han dado mucho a la historia del cine.