A Tom Waits siempre le han perseguido los adjetivos más extremos, que han alimentado además su carisma de músico de culto, y lo que el sábado por la noche hizo en San Sebastián va a seguir engordando esa leyenda de «outsider» que se resiste a encasillamientos y que ha dejado a todo el mundo con ganas de más. El cantante californiano ofreció en el Kursaal un formidable concierto, el primero de su carrera en España y el primero también de su gira Glitter and Doom en Europa, que le llevará hoy y mañana a Barcelona, y después a Milán, Praga, París, Edimburgo y Dublín. Quienes llenaron el auditorio donostiarra no iban a la aventura, era una gran mayoría de seguidores devotos que conocía sobradamente la trayectoria de Waits, pero una cosa es saber y otra vivir a unos pocos metros el «show» de este gran contador de historias, casi indefinible sobre el escenario, donde ha logrado que convivan la fuerza, el reposo, el humor y la poesía. Lo hizo en dos horas largas y 24 canciones en un repaso a buena parte de su discografía y con un resultado impactante, cómplice con el público y realmente hermoso muchas veces. Sus seguidores lo recibieron puestos en pie, lo aclamaron repetidamente y lo siguieron, se dejaron llevar por un gran músico que parece saber muy bien lo que quiere la audiencia, a la que se entregó como es, manierista y excéntrico, y con mucha alma de «clown».