JULIO HERRANZ Para que un director de cine como Fernando Méndez-Leite se decida a montar una obra como Agnes de Dios, de John Pielmeier, llevada con éxito al cine en 1985, debe de estar seguro de que el riesgo merecía la pena. Porque, además, se trata de un texto complejo en torno a un melodrama basado en hechos reales: a finales de los 70 (en Canadá), una novicia de un convento había asesinado al bebé que acababa de alumbrar. La joven fue procesada y el juez encarga a una psiquiatra la investigación del estado psíquico de la religiosa. Un hecho terrible que llamó la atención de Pielmeier por las ricas posibilidades de reflexión que suscitaba.

Pues Agnes de Dios es el texto que la Productora de Teatro Nueva Comedia ha elegido para celebrar el décimo quinto aniversario de su creación. Una productora actualmente encabezada por las reconocidas actrices Cristina Higueras y Fiorella Faltoyano, que son los personajes centrales del montaje de Méndez-Leite, más Ruth Salas en el papel de la novicia homicida. Una colaboración, la del director de cine y las dos veteranas actrices, que repite el éxito que tuvieron en la temporada 2004-2006 con La calumnia, de Lillian Hellman; otra historia «que recupera la tradición de las grandes obras que han hecho del teatro un acontecimiento cultural y artístico de primera magnitud», que son los objetivos que busca la Productora Nueva Comedia.

La versión teatral de Agnes de Dios inició su andadura por los teatros de provincia de los Estados Unidos en la temporada 1980-81 con tanta repercusión y polémica, que enseguida pasó a los escenarios de Broadway, ganando algún premio Tony. Un éxito rotundo que animó en 1985 al veterano Norman Jewison a llevarla al cine, con Jane Fonda y Anne Bancroft en los principales papeles, siendo ambas actrices nominadas al Oscar como actriz protagonista y secundaria.

El texto de Pielmeier arranca cuando la madre Miriam, superiora del convento, recibe a la doctora Livingstone (la psiquiatra) con una estudiada combinación de cortesía y desconfianza. No cree -o no quiere creer- que la aplicación de los métodos del psicoanálisis sirvan para aliviar el sufrimiento de Agnes ni para descubrir la paternidad del bebe asesinado. Por su parte, la psiquiatra, cuya hermana murió en un convento de religiosas por la negativa de sus superioras a que recibiera la necesaria asistencia médica, se comporta desde el primer momento impulsada por los recelos y prejuicios de sus experiencias negativas con el catolicismo. Así, entre las dos mujeres se va tejiendo una compleja relación de mutua comprensión y feroz antagonismo, que las acerca y las enfrenta al mismo tiempo.