JULIO HERRANZ Fiel a esa imagen de outsider que parece llevar a gala desde siempre, Bartomeu Mayans Torres, Kennedy, no dejó ayer pasar la ocasión de la inauguración de su nueva exposición para hacer alardes de disidencia y provocar a su clientela: «A mí que no me hablen de pintura, porque no tengo ni puta idea. No sé nada ni sabré nunca nada; pues eso de la técnica y tal y cual y qué materiales uso son gilipolleces». Afirmación que hace levantado la voz, sabiendo del efecto que puede causar. Aunque a estas alturas, sus boutades parecen sólo gestos para la galería; un cierto histrionismo adrede para no decepcionar a sus seguidores.

Cosas de Kennedy que son tomadas más bien a beneficio de inventario; y que no se corresponden con otras salidas de su discurso, más centrado en su arte informalista: «A esta exposición la titulo reflexiones porque ahora en mi pintura hay más reflexión que ejecución. Al contrario de cuando empezaba, que trabajaba mucho pero pensaba menos», precisó el veterano artista, añadiendo una de sus frases bien meditadas: «Ahora pinto con la madurez de la vida y con la filosofía del pensamiento, pero no con la técnica. Digamos que me lo pienso más que antes».

Desde luego, pues tras dos años sin presentar sus trabajos, lo que muestra en la galería Via 2 desde hoy hasta el próximo día 22 son sólo 17 obras, realizadas con técnica y soporte mixto. «Están dentro de mi línea; hechas sin haber trabajado físicamente apenas», subrayó. «En algunos cuadros aprovecho páginas de libros; como podría ser un trozo de saco a lo que encuentro en mi estudio. Porque mi forma de trabajar en muy personal y siempre he usado letras y signos».

Una vez aportada la información natural que el periodista precisa, Kennedy vuelve a las andadas, como si se cansara de adoptar una postura formal: «Sólo me siento un pobre hombre que trata de sobrevivir como sea. Pinto como podía hacer otra cosa; como antes cantaba. Lo que pasa es que antes iba borracho para cantar y ahora no bebo». Más otra confesión que parece encontrar sobre la marcha: «Pinto para dar alivio al cuerpo», lanzada con aspaviento de manos.

Y una confidencia final que suena sincera: «Lo que se trata es de tocar la fibra al espectador. El día que no lo consiga dejaría de pintar, porque no me gusta hacer el gilipollas. Es evidente que si llevo en esto más de veinte años será por algo. La pintura para mí es algo importantísimo; si no hubiera empezado a pintar, ya estaría muerto», concluyó.