El arquitecto catalán Josep Lluís Sert no fue sólo un profesional reconocido internacionalmente, también fue un ser humano concienciado, a través de su profesión, de cómo el entorno afecta al hombre y por ello teorizó sobre el urbanismo en EE UU y sobre el peligro de la sobrepoblación del territorio en Eivissa, aunque, como recuerda quien trabajara junto a él entre los años 1969 y 1979, el arquitecto Jaume Freixa, Sert «predicó en el desierto» en ambos casos, sin conseguir que sus ideas se transformaran en actuaciones concretas.
Freixa ha viajado a Eivissa esta misma semana para inaugurar la exposición Sert, mig segle d'arquitectura 1928-1979 en la Demarcació del Col·legi Oficial d'Arquitectes de Balears en Can Llaneras, Dalt Vila, de la que es comisario junto a Josep M. Rovira.
De este modo, Freixa visita la isla que se encuentra en el origen de la pasión que la arquitectura tradicional mediterránea despertó en Sert. «En Eivissa arranca gran parte de su carrera y de su teoría arquitectónica y también donde acaba. Por eso Eivissa es un lugar tan importante y tan 'sertiano'. Espero que la exposición sirva para que esto sea conocido aquí», explica.
Conocedor de los entresijos de la personalidad de Sert, Freixa cree que éste «fue un urbanista avanzado que aportó muchas ideas, como pedagogo y como persona que puso el Mediterráneo en el mapa, ya que fue el primero que dijo que la arquitectura vernácula mediterránea, no la culta, era moderna en su esencia, racionalista sin proponérselo; y no renunció nunca a esa mediterraneidad en aspectos como la pureza y la sencillez de sus proyectos, de desnudar la construcción, do- tándola de comodidad y del sentido de la medida humana, en lo que coincidía con Le Corbusier».
«Eivissa tiene una arquitectura que no necesita arquitectos», dijo en una ocasión Josep Lluís Sert. Muchas de sus opiniones acerca de la vivienda tradicional ibicenca se publicaron en la revista AC, un auténtico ejemplo de la vanguardia de su tiempo. «El descubrimiento de esa arquitectura vernácula mediterránea surge en sus viajes de finales de los años veinte a Eivissa. En AC publicó artículos muy polémicos, sobre todo en lo referente a la arquitectura depalau pagès. Podríamos decir que el circuito de Sert comienza en Eivissa cuando escribe esos textos aún en su época de estudiante y acaba enterrado en Eivissa por voluntad suya», apunta Freixa.
Frente a la isla
Josep Lluís Sert llegó a una isla virgen, con una economía de supervivencia y un equilibrio natural que le dejó fascinado. «Encontró una sociedad -apunta Freixa- que había resuelto sus problemas con ideas y materiales propios, con lo autóctono, con lo que crece aquí, con la madera, con la cal. Una sociedad que antropológicamente puede decirse que era autosuficiente, claro que con una economía modesta, de superviviencia, pero admirablemente bien llevada, donde no había rastros de pobreza o de miseria».
«Pero no nos engañemos -continúa-, Sert era un esteta, por lo tanto lo que le gustó fue la estética: el paisaje, el equilibrio que se respiraba entre el bosque, el campo, la playa... La vegetación limitada en especies pero muy hermosa y la arquitectura autóctona, que le fascinó».
Al referirse a la interpretación que el arquitecto catalán realizó de la casa pagesa, Freixa opina que lo que hizo fue «no copiarla, sino interpretarla de un modo moderno, aunque conservando elementos fundamentales, como la planta rectangular o la cubierta plana».
Fragilidad
Aunque Sert era consciente del terreno que pisaba y ya intuyó que un espacio limitado y mediterráneo no podía ser sometido a la construcción incontrolada. «Estaba preocupado porque veía que con eboom turístico se perdía el equilibrio y se sobreconstruían las áreas, se sobrepoblaba una isla frágil. Todos sabemos que el ecosistema mediterra'neo es fragil porque la pluviosidad no regenera los acuíferos, el riesgo de desertificación es evidente y por lo tanto hay que ir con cuidado, lo que le preocupaba mu- chísimo».
Sert se refugió en Eivissa del ambiente que se respiraba en España, en el que todo aquel que hubiera apoyado la Segunda República, como fue su caso, era considerado como una persona «desafecta». Tras su exilio en EE UU, en el que logró el reconocimiento internacional, Sert regresó a su país para fallecer en Barcelona en 1983. Su última voluntad fue la de ser enterrado en Jesús, a poca distancia de su obra en Can Pep Simó, a pocos metros de su casa.
Decano de la Escuela de Diseño de Harvard, presidente de los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM), autor de obras como la Fundación Maeght o la embajada de EE UU en Bagdad, Josep Lluís Sert tuvo, según recuerda Freixa, «una carrera meteótica en América», algo que atribuye a que el arquitecto estuvo «en el lugar oportuno en el momento oportuno». Inteligente, culto y con un gran don de gentes, además de hablar perfectamente inglés y francés, permitió a Sert introducirse rápidamente en la sociedad norteamericana. «Su relación con Le Corbusier le ayudó en su carrera -explica Freixa-, pero no hay que olvidar que de los colaboradores de Le Corbusier él fue el que más reconocimiento y galardones obtuvo a lo largo de su vida, hasta el punto de hacerle sombra al propio Le Corbusier». Ser europeo también ayudó, puesto que existía una fascinación en EE UU por los intelectuales del Viejo Continente. «Pero debemos contextualizar la época, posguerra en Europa y el inicio de la expansión de EE UU, para entender ese rápido ascenso». Mientras en España se le consideraba sospechoso, en EE UU le llevaban en volandas y hablaba en la ONU. Pero si su relación con Le Corbusier le ayudó en su escalada, no debemos olvidar, como tampoco lo hace Freixa, de que Le Corbusier bromeaba con Sert debido a su corta estatura, diciendo que sólo le llegaba a la cintura.
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