EFE-MÀLAGA

Antonio Banderas ha vuelto a la dirección con «El Camino de los Ingleses«, una película que, como él mismo reconoce, tiene «ciertos riesgos« y «desafía en algunos momentos las leyes de la gravedad cinematográfica«, y que califica como una mirada «impresionista en la que las cosas están sugeridas».

«Por una parte, es una reacción al tipo de cine que he venido haciendo durante diecisiete años, un cine, con pequeñas excepciones, como Brian de Palma, basado en fórmulas«, señaló ayer Banderas en la rueda de prensa con motivo del estreno de la cinta esta noche en Málaga, la ciudad en la que se rodó casi toda la película.

En esta segunda experiencia como director ha querido desvincularse «del mundo de los resultados«, consciente de que no estaba haciendo «una película que iba por los cauces normales«, por lo que comprende que «probablemente haya que pagar un precio, en taquilla o a otros niveles».

«El peor enemigo de la película soy yo, en el sentido de que tengo una imagen para determinada gente, de la cual no renuncio porque he jugado a ella durante bastante tiempo, de guaperas de Hollywood y de cine comercial que ahora viene y quiere hacer cine», añadió el actor malagueño, que considera la película «una inversión de futuro por su complejidad».

Viaje al pasado
Al rodar en Málaga hizo «un viaje al pasado, a la época en la que rompí ese vínculo con mi tierra para marcharme de aquí a perseguir un sueño»

El personaje central de «El Camino de los Ingleses« es Miguelito Dávila (Alberto Amarilla), un joven aspirante a poeta que lee la «Divina Comedia« de Dante y convierte a Luli Gigante (María Ruiz) en su Beatrice particular. Miguelito y los demás de su pandilla, Paco Frontón (Félix Gómez), Babirusa (Raúl Arévalo), Moratalla (Mario Casas), La Cuerpo (Marta Nieto) y La Gorda de La Cala (Berta de la Dehesa) viven el verano del fin de la inocencia en el que quizás podrán descubrir adónde les lleva ese Camino de los Ingleses.