Casi al final del celebradísimo cuarto centenario de la primera
edición de «Don Quijote de la Mancha», la obra cumbre de Miguel de
Cervantes, aparece un ambicioso proyecto artístico cuyos primeros
pasos se dieron hace seis años en Eivissa. Los agentes: el pintor
Ramón Pérez Carrió (Pedreguer, Alicante, 1960) y el editor gallego
Manuel Ramos Méndez. El artista explicó a este periódico cómo
surgió la idea: «Fue en 1999 cuando expuse en la feria Art.Ibiza la
instalación 'Libros de Plomo' y se presentó el libro 'Sepulcro en
Tarquinia' de Antonio Colinas con grabados míos. El director de
Ediciones Linteo, Manuel Ramos, vino a verme a la isla porque
buscaba un grabador-dibujante-pintor que pudiera abordar la parte
estética de una importante edición del Quijote para el año de su
cuarto centenario. Encontramos claras afinidades
estético-literarias y la idea empezó a andar».
El resultado final ha sido presentado recientemente: una lujosa
edición para bibliófilos en dos volúmenes de formato grande impreso
en dos tintas. Con 28 grabados calcográficos, con los originales
enumerados y firmados por el autor; 20 pinturas realizadas con la
técnica de la encáustica, que se reproducen como láminas
litográficas; 150 letras capitulares diferentes con dibujos
originales en tinta; 80 dibujos en tinta y gouache para cabeceras,
acabamientos, filigranas, colofón, guardas, portadilla... y una
encuadernación artesanal en piel según el diseño del artista
alicantino.
Como complemento del ambicioso proyecto, a primeros de año vio
la luz «El pequeño Quijote»: «Una invitación a la lectura que
contiene los siete capítulos iniciales del Quijote, editado también
por Linteo e iluminados por mí con láminas en gouache. En cierta
manera supuso una primera aproximación artística a este Quijote de
grabados que ahora concluye felizmente», destacó el artista, cuya
relación con Eivissa pasa también por otros proyectos. Como un
encargo de Baleària sobre la obra de Ramon Llull.
En cuanto al planteamiento estético con el que Pérez Carrió
resolvió el encargo, incluyó varios conceptos: «Mi enfoque ha sido
extraer el trasfondo simbólico de la novela, buscar caminos
paralelos con la mitología, resaltar la figura de don Quijote como
un sabio, un erudito, un iluminado abstraído del mundo realmente
inmerso en un mundo onírico en el que la locura, la ilusión y la
creación se confunde o son una misma cosa. Tras el proyecto de dos
Quijote había un pensamiento, por eso mi intención es poner las
imágenes en los ojos del Quijote, que es el creativo, y no en los
de una tercera persona, que juzga o interpreta (sería el crítico).
También hay un guiño al arte barroco para elaborar una
contextualización histórica y escenográfica reconocible mediante
elementos de cita, inspiración, apropiación o collage», explicó el
artista.
Una compleja labor de reflexión y realización a la mayor gloria
de un libro que en este 2005 que hoy acaba ha dado muchísimo que
hablar, leer, editar, promover, publicitar... «La intención era
hacer una edición clásica, noble y exquisita que, más allá de su
carácter de bibliófilo, trascienda el tiempo de su origen creativo,
sin renunciar a los avances técnicos, cuestiones de estilo y
materiales propios de nuestra época. Para ellos los editores y yo
hemos hecho un seguimiento histórico de las ediciones del Quijote
con un objetivo de aprendizaje, en cuanto a edición,
encuadernación, manipulación mecánica, artesanal, etc; de tal modo
que el libro resultante, sin salirse del canon que traza la
evolución temporal, dé cuenta de la singularidad creativa,
interpretativa y técnica 400 años después», concluyó Carrió.
El artista alicantino siempre ha tenido una estrecha relación
con la literatura, especialmente con la poesía y con la filosofía.
Entre otros proyectos, destaca la edición ilustrada del citado
poemario de Antonio Colinas «Sepulcro en Tarquinia», en la
colección «Font de la Cometa», también con Ediciones Linteo
(Ourense), y el trabajo que hizo para «Tres Lecciones de
Tinieblas», del poeta gallego José Àngel Valente.
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