Al frente de su reconocido internacionalmente Taller de
Arquitectura de Barcelona, Ricardo Bofill es desde hace varias
décadas uno de los arquitectos más prestigiosos del mundo. Su
trayectoria profesional impresiona por las realizaciones públicas y
privadas que ha levantado en varios continentes; y las que tiene en
cartera: por ejemplo, una torre de 600 metros, la más alta del
mundo. Bofill ha vuelto a Eivissa, isla que conoce desde su
adolescencia, para un corto descanso.
- ¿Frecuenta la isla a menudo?
-Desde que tengo 16 años no he dejado de venir. No constantemente;
ha habido épocas en que lo he hecho más, incluso en las que he
tenido casa. Otras en las que estoy en hoteles, como en este caso;
o vengo en barco. Pero suelo venir de forma recurrente casi cada
año.
-¿Le interesa la arquitectura tradicional de la isla,
como fascinó en su tiempo a Sert y a tantos otros colegas
suyos?
-Cuando empecé a hacer arquitectura, muy joven, mientras estudiaba
en Ginebra, ya nos gustaba la arquitectura sin arquitecto, la que
se llamaba arquitectura vernacular. En 1956, con cuatro estudiantes
vinimos a Eivissa y descubrimos esta arquitectura, hecha con
materiales locales, piedra, cal, tejados de olivo; que se adaptaba
perfectamente al paisaje; estaba bien ubicada respecto a los
vientos y la agricultura. Formaba esta relación cúbica preciosa,
con esa manera de asentarse en el terreno, añadiendo más cubos a
medida que la familia iba creciendo.
-¿Llegó a hacer algún trabajo aquí?
-Sí; mi primera casa está en Eivissa, en Cala Nova. Creo que existe
todavía. Es el primer edificio que hice en mi historia, hace ya 40
años.
-¿Qué opina del desarrollo urbanístico que ha sufrido la
isla ?
-Eivissa ha pasado por épocas de desarrollismo un poco frenético,
donde lo especulativo contaba más que nada y la cantidad estaba por
encima de la calidad. Pasó algo similar en toda la costa española:
falta de previsión, de planeamiento y, sobretodo, de inteligencia.
Pero creo que aún está a tiempo de regenerarse.
-¿Cuál sería la receta?
-Lo que requiere es lo que yo llamo un nivel de excelencia y de
calidad. Ya tiene una oferta consolidada; lo que hace falta es
generar más cultura urbana y más protección del territorio; mejor
planeamiento y diseño urbano y más excelencia en la arquitectura.
Lo que hace falta es que las autoridades tengan las ideas
claras.
-¿Qué atractivos destacaría?
-A pesar de todo, Eivissa tiene unas condiciones únicas. No deja de
ser una isla mágica a la que siempre se vuelve; un lugar distinto
con gran libertad que permite maneras de vivir completamente
diferentes una al lado de la otra; con un clima y una situación
privilegiada, tanto en el interior como en las costas, una
maravilla que permite navegar. La manera de vivir que se tiene aquí
se encuentra en pocos lugares.
-¿Y los factores negativos?
-Creo que el ensanche de la ciudad de Eivissa está muy mal hecho,
no está bien solucionado; se podía haber pensado un poco más y
mejor. Luego están todas esas naves industriales, esas
arquitecturas medio folklóricas, en el peor sentido de la
expresión. O la parte de Ibiza Nueva, que es la que está peor
hecha; más como urbanización que como una ciudad.
-¿Cuál es su propuesta personal para un futuro con
solvencia?
-Si Eivissa quiere mantenerse como plaza turística importante,
tiene que apostar por la cultura. Faltan museos, exposiciones,
lugares preparados para hacer cosas. Está todo un poco improvisado.
Pero bueno, parece que los ibicencos empiezan a valorar su isla y a
ver que es necesario apostar por la calidad. Aunque el tema general
prioritario de Eivissa está en los equipamientos, la depuración de
aguas, los saneamientos, cuidar mucho el paisaje, enterrar el
tendido eléctrico... Todo el tema de infraestructuras. Y después,
plantearse con rigor y con un sentido realista del futuro el asunto
de cómo ha de crecer esta isla; que en mi opinión, debería hacerlo
poco y con muchísimo cuidado.
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