La noche del viernes nos encontramos en el baluarte de Santa Llúcia para disfrutar de la segunda jornada de la Mostra de Jazz Injuve 2005. Ésta contó con numeroso público, situado cómodamente y relajado gracias a la paz que transmite una estrellada noche de julio en ese maravilloso escenario. Ni siquiera los aviones que nos iban sobrevolando ni la fiesta que se crea a diario en el puerto de Eivissa, conseguían romper el encanto del baluarte. La noche fue iniciada con un conjunto procedente de Pontevedra, Fourejazz, un cuarteto constituido por trompeta, piano, bajo y batería. Los jóvenes que lo forman aparecieron sobre el escenario con toda sencillez: pantalones cortos, bambas y camisetas con mensajes tan significativos como el «Nunca Mais» que se podía leer en la camiseta del pianista, Xan Campos.

El conjunto gallego mostró su buen hacer en una demostración de jazz clásico, que transmitió a los asistentes una atmósfera de elegante tranquilidad. Con temas iniciados habitualmente por la trompeta de Francisco Javier Pereiro, detrás de él destacaron los especialmente imaginativos solos del pianista. En ellos mostraba un gran control del ritmo, jugando con continuos contratiempos dibujados mediante acordes. Al mismo tiempo sonaban cascadas de notas que el pianista conseguía recorriendo el teclado con una soltura muy elogiable a su corta edad.

Los momentos destacados de Xabier y Xan en sus respectivos instrumentos, trompeta y piano, dio paso en los últimos temas también a grandes instantes del bajista, Pablo Pérez, y del batería, Lago Fernández. El punto culminante de Fourejazz fue sin duda el último tema que presentaron: «Morning Show». En él fue evidente el dominio del lenguaje jazzístico que tiene la banda, explotando cada uno de sus campos. El batería brilló con luz propia mostrando su inventiva en la creación nuevas fórmulas rítmicas y explotando al máximo las posibilidades de su instrumento. La banda se mostró más cómoda que nunca en esta pieza, se les vio disfrutar y trasladaron este entusiasmo al público asistente.

Tras un breve descanso, hacia las once y media de la noche, y con un público cada vez más numeroso, apareció sobre el escenario el plato fuerte, y muy fuerte, de la noche: Atomic.

El quinteto escandinavo, formado por músicos noruegos y suecos, llegaba a Eivissa siguiendo la tradición de la Mostra de invitar a grupos de esta zona, visto el éxito de las temporadas pasadas, como José Miguel López anunció en su presentación.

Sólo observando la imagen que muestra el grupo para darse a conocer se podía adivinar que su jazz no sería específicamente clásico, sino que traerían a la isla propuestas innovadoras. Así fue, el conjunto presentado como «una banda atómica» creó fuertes expectativas de energía y fuerza, pero a más de uno dejó boquiabierto con la increíble contundencia con que inició su concierto.

Interpretaron obras propias, a caballo entre líneas muy diferenciadas dentro del jazz, dibujando una especie de eclecticismo con su sello personal entre el free jazz y el hard bop. Especialmente fue clara la influencia del hard bop en la locura que imprimieron desde el primer momento a su música, que consiguió mantener un ritmo realmente infernal.

Provocaba verdadera admiración apreciar cómo los músicos conseguían una total compenetración y coordinación en un ritmo tan poderoso. Éste fue realmente visual al observar cómo el saxofonista Fredrik Ljungkvist movía una pierna marcando el ritmo que llevaban sus compañeros, tan tremendamente veloz que sería imposible para muchos de nosotros movernos con tal rapidez. La banda, formada por trompeta, saxo, piano, contrabajo y batería, con un sonido totalmente acústico realizó una exploración del sonido de cada instrumento tal que llegaba a sus límites absolutos. Desde el primer instante pudimos percibir la calidad de los músicos con la magia creativa de todos ellos y un indudable virtuosismo técnico.

Los temas eran habitualmente presentados por dos instrumentos simultáneamente, saxo y trompeta, cada cual otorgándole un aire diferente, a veces incluso contradictorio. Cada intérprete jugó con su instrumento incluso con técnicas poco habituales. Un ejemplo lo dio Ingebrigt Håker rascando el arco del contrabajo sobre las cuerdas con enorme rapidez mientras presionaba a éstas arriba y abajo dibujando un amplio espectro sonoro. Arrollador estuvo el pianista Håvard Wiik cuyas manos parecían sobrevolar el teclado puesto que la velocidad de su música y la calidad de su pulso hacían casi imposible percibir el momento en que las presionaba con sus dedos.

Todo el concierto fue un juego de contrastes que sorprendía a cada instante con aspectos totalmente diferentes: desde el paso de un ritmo fulminante a la calma más absoluta en cuestión de segundos, la presentación de sonidos extraños, los cortes del sonido más potente para pasar a un silencio brusco, los torbellinos de notas más extremadamente veloces y las melodías enternecedoras en sus momentos más emotivos.

Con todo su arsenal musical, Atomic causó un evidente impacto en el escenario del baluarte de Santa Llúcia. El público entró en conexión con la banda y vibró con su música. Pasadas las doce y media de la noche esto se demostró ante las entusiasmadas peticiones de «una altra» tras la despedida de la banda.

El buen ambiente se mantuvo en los dos bises con los cuales unos músicos visiblemente cansados tras su impresionante derroche energético sobre el escenario quisieron agradecer al público «los buenos momentos compartidos». Una banda impactante de principio a fin, demostrándose como merecedor broche de oro de esta segunda jornada de la Mostra de Jazz Injuve 2005.

Fourejazz y Atomic. Mostra de Jazz 05. Baluard de Santa Llúcia, Eivissa, viernes 30 de julio