De una afición infantil por imitar sonidos, a ser reconocido
como uno de los más talentosos «beat-boxer» españoles, el caso de
Gunti Àboli ('Beat Master G' en la profesión) es realmente
singular. Madrileño de origen, hijo de un conocido pintor (Juan
Àboli) y nieto de un prestigioso escenógrafo del cine nacional
(Francisco Prósper), reside en Eivissa desde pequeño, tiene en
estos momentos 21 años y desde los 15 se dedica a «beat-boxear»
profesionalmente con notable éxito. Sin ir más lejos, este fin de
semana volaba para Japón «a hacer una gira con un espectáculo
dirigido por Daniel Pannullo en el que se fusiona el Breaddance con
una danza contemporánea japonesa llamada Bhuto. El espectáculo es
un musical llamado «Yukkuri», que ya ha sido estrenado en España,
en el que protagonizo varios números», explicó a este
periódico.
Una trayectoria realmente llamativa cuyo origen, como decíamos,
se remonta a su más tierna edad. «Cuando jugaba de pequeño siempre
estaba imitando sonidos, lo que divertía a mis amigos. Luego empecé
a hacer algún que otro ritmo y a los 13 años escuché el primer CD
de beat-box y quedé fascinado. Me di cuenta de que eso era lo mío»,
apuntó con la seguridad de una revelación.
Convencido de que lo suyo es una profesión creativa seria,
recordó que este particular estilo «surgió en los 80 como un boom,
quedó un tanto olvidado en los 90 y al final de esa década resurgió
con gran fuerza. Ahora ha alcanzado un nivel muy sofisticado, con
muchas virguerías, imitando todo tipo de sonidos e instrumentos.
Está en buen momento para crear música con él». Un estilo, que se
basa sobre todo «en el ritmo; y usas una melodía para guiarte,
sobre la que improviso sin ningún otro apoyo».
En 2003, Beat Master G estuvo representado a España en la
primera convención mundial de beat-boxer, «para ver cómo había
evolucionado en las distintas partes del mundo»; y allí aprendió
algunos consejos para cuidar bien el «instrumento». «Los que debe
tener un cantante. No fumo, no bebo y procuro llevar una vida
saludable, aunque los sitios en los que actúo (discotecas,
mayormente) son potencialmente tóxicos, la verdad», reconoció,
añadiendo que «más que la voz en sí lo que uso es la respiración y
los movimientos de la boca».
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