Nacido cerca de San Sebastián, Bernard T. Navarranne es un enamorado de España. TORRES

Por primera vez desde que descubrió estas islas en 1969, Bernard T. Navarranne presenta sus dibujos en una exposición; concretamente en el bar-galería es Cantó, uno de los lugares que frecuenta habitualmente y en los que toma apuntes del natural para su ya extensa colección, que ha ido creciendo año tras año en las largas estancias que en las Pitiüses junto a su mujer este reconocido arquitecto y profesor universitario francés. La inauguración de la muestra tuvo lugar el pasado viernes. «Fue muy sencilla pero vinieron muchos amigos, estuvimos hasta tarde y vendimos 40 de los 100 dibujos que presentaba», explicó ayer a este periódico. «Lo que me interesaba de verdad fue ver la reacción de la gente frente a los trabajos, que son más suyos que míos, porque son ellos los protagonistas. Y por los comentarios que escuché fue una experiencia muy positiva», añadió.

Nacido en 1933 en Capbreton, cerca de San Sebastián, a los 15 años descubrió el Mediterráneo y siempre ha vuelto a sus orillas, aunque su profesión de arquitecto y urbanista internacional le llevara lejos: Canadá, México, Estados Unidos, Oriente Medio, Àfrica, el Caribe... «Hace un año dejé ya el despacho de arquitecto y sólo me dedicó a mis trabajos en la Universidad de Pau. El último proyecto en el que trabajé fue para Tahiti, pero al final no cuajó por culpa de la situación política».

La relación de Navarranne con el arte tiene raíces bien profundas. «Viene desde muy niño y en tres direcciones; la primera y principal, el dibujo; la segunda la música, en concreto el piano y de jazz; y la tercera la escritura», precisó. Su abuelo fue arquitecto, su padre farmacéutico, y él acabó volcando sus inquietudes artísticas en la arquitectura. «Es que para mí la arquitectura es, en primer lugar, arte. Fui a la Escuela de París y estuve más de diez años allí haciendo todo los cursos habidos y por haber sobre esta disciplina: urbanismo, desarrollo urbano, territorial, arquitectura, escultura, pintura, grabado... Ahora, con la informática, las cosas han cambiado bastante y el arquitecto puede centrarse más en la creación, ya que tiene ahí una herramienta muy útil para poder realizar sus proyectos», explicó.