Cuando el febrero del pasado año, Carl Van der Voort visitó
Eivissa por última vez, la mayor parte de sus amigos tuvieron la
sospecha de que había vuelto para despedirse para siempre. Y así ha
sido, fatalmente. Sus 76 años de vida se extinguieron el pasado
viernes 23 en la ciudad norteamericana de New Haven, donde llevaba
ya varios meses luchando contra el cáncer. Una partida que (siempre
con buen ánimo) daba ya por perdida cuando pasó fugazmente por la
isla en aquella ocasión, que resultó a pesar de todo gratificante
para él y sus amigos, pues la ocasión tenía también mucho de
reconocimiento y homenaje al principal promotor del arte
contemporáneo que ha tenido Eivissa, tanto desde la galería que
lleva su nombre en Dalt Vila como a través de otras iniciativas,
tal su taller Ibigraf.
La iniciativa de tal merecido homenaje partió de la Associació
d'Artistes Visuals de Balears (AAVIB), que le concedió en 2001 su
premio Punt Vermell, galardón que otorga la entidad a destacados
artistas o promotores de arte de las Islas, consistente en una
escultura del prestigioso artista mallorquín Antoni Ferragut. «No
se le pudo entregar antes porque hacía tiempo que no venía por la
isla; así que hemos aprovechado la ocasión de una visita fugaz a
Eivissa para rendirle este pequeño homenaje que tanto merece»,
explicó entonces a este periódico el pintor Rafel Tur Costa,
presidente en aquellas fechas de la Ejecutiva pitiusa de la
AAVIB.
El acto tuvo lugar en la residencia del pintor Gilbert Herreyns,
otro miembro de la Ejecutiva, como los pintores Leopoldo
Irriguible, Pedro María Asensio, Carles Guasch (actual presidente),
también invitados a la fiesta, junto a diversos representantes de
la cultura pitiusa: el pintor Erwin Bechtold, el arquitecto
Philippe Rothier, el poeta Jean Serra o el gestor cultural Albert
Ribas. Todos manifestaron a Car Van der Voort su amistad y
agradecimientos, a las que el homenajeado respondió leyendo varios
fragmentos de poemas, sentencias y una declaración de principios
acerca de lo que él entendía que podía ser considerado arte.
En una traducción aproximada, su discurso termino con estas
palabras: «En verdad, uno no puede atesorar o coleccionar el arte.
Uno puede comprar o crear un pintura, mirar o participar en una
performance, interpretar o escuchar música, leer y escribir. Uno
puede ser seducido y elevado por muchas de estas cosas, estos
objetos y actos y servicios. Pero el arte creo que no está
necesariamente ahí. Es el regalo de la iluminación y la revelación,
la chispa que a veces el fuego atrapa en nuestro intelecto y
nuestra imaginación y gira hacia la luz que buscamos. Lo que sucede
cuando caen la escalas, se abren los oídos y nos transforma la
magia de las palabras, éso es lo que llamamos arte de verdad»,
sentenció.
La última iniciativa de Car van der Voort a favor del arte
contemporáneo en Eivissa tuvo lugar en el otoño de 1998, cuando
donó 300 obras de su colección privada de artistas relacionados con
la isla al Museu d'Art Contemporani d'Eivissa (MACE). Pinturas,
esculturas, fotografías, dibujos y grabados realizados en su taller
de Ibograf (creado por él en 1966) conforman una colección de
obras, principalmente de los años 60 y 70, que incluye nombre como
los de Don Kunkel, Rafel Tur Costa, Marcel Floris, Hans
Hinterreiter, Gilbert Herryns, Acisclo Manzano y Robert Quijada,
entre otros. En cuanto a los grabados, destacan creadores de la
talla de Antoni Tàpies, Eduardo Chillida, Antoni Saura o Erwin
Bechtold.
Con motivo de aquella donación, Carl Van der Voort explicó a
este periódico que lo que le había motivado a ello había sido, «en
primer lugar, para dejar al museo un recuerdo del taller Ibograf.
Este ha sido el donativo principal». Además, «como había prestado
obras para las antológicas que hizo el museo de los 60 y los 70,
pensé que algunas de esas piezas debían quedar en el museo, porque
son trabajos de cierto peso e interés. Que por lo menos tuviera una
pieza importante de los principales artistas de aquellas décadas
tan creativas.
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