Antropóloga de profesión y responsable y gestora del rico legado
de su padre, el prestigioso musicólogo norteamericano Alan Lomax
(fallecido hace dos años), Anna Lomax conoce estos días Eivissa y
Formentera, unas islas en las que su progenitor realizó en 1952 una
importante labor de recopilación de su música tradicional. El
material, acompañado de fotos y textos propios, verá la luz
próximamente en un trabajo que preparan la etnomusicóloga
canadiense Judith Cohen y la investigadora ibicenca Esperanza
Bonet. «A Judit la conozco desde hace cinco años y trabajamos
juntas en la serie de CDs de las grabaciones que mi padre hizo en
España; y a Esperanza la he conocido ahora con motivo de la
conferencia que he dado en Barcelona. Me invitaron a venir a la
isla y pensé que era una oporotunidad única de hacerlo», explicó
Anna Lomax a este periódico.
Antropóloga de profesión, y en un principio reaccia a seguir los
caminos profesionales de su padre, cuando hace dos año murió su
padre se hizo cargo de su extraordinario patrimonio de grabaciones,
documentos y fotografías. «Siempre me pedía que le ayudara, aunque
yo prefería dedicarme a lo mío; pero al final es un placer y una
gran responsabilidad administrar un legado tan importante como el
que ha dejado a su muerte». Un legado reunido en el Archivo Lomax
de Nueva York y que está siendo estudiado y desarrollado bajo la
supervisión directa de la hija. «Hemos empezado con los 'Field
recordings', que es la parte más fácil de comprensión de la gente;
por esa idea romántica de vagar por el mundo como un aventurero
encontrando cosas nuevas. Pero hay mucho que hacer en su
colección», precisó Anna Lomax.
En la última etapa de su vida, una importante discográfica
independiente norteamericana (Rounded Records) se interesó por
publicar en CD «lo que había ya recopilado en disco y más cosas,
como las grabaciones que hizo en España, Italia, en el Caribe y en
otros muchos sitios». «Es un trabajo laborioso y complejo, aunque
muy interesante. Cada texto tiene que ser traducido, muchos
dialectos o lenguas de entonces ya no existen, particularmente en
Italia, donde había un desarrollo de dialectos locales enorme»,
comentó Lomax junior. «Mi padre vivió muchos años en Londres, y
gracias a las embajadas entró en contacto con inmigrantes que le
ayudaron a transcribir los textos y situarlos en su contexto».
Según evocó ayer su hija, Alan Lomax guardó buenos recuerdos de
su paso por las Pitiüses. «Le impresionó el cantar de redoblat y
otros estilos realmente únicos. Nunca había oído nada igual». Un
personaje singular aquel: «No estaba dividido entre su trabajo y su
persona; era muy cariñoso, apasionado y tenía una curiosidad
infinita por saber el por qué y el cómo de todo. Le encantaba
buscar soluciones a problemas como el de la pérdida de las culturas
minoritarias; era realmente generoso», precisó Anna Lomax.
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