Las alcaparras que crecen en la muralla la dañan poco a poco poniendo en peligro su conservación FOTOS: K. TABERNER

S. M. DEBELIUS
El pasado 1 de agosto comenzaron las tareas de limpieza de la muralla. Después de un mes, ahora se pone en marcha la segunda fase de este proyecto.

La Empresa Traverme, afincada en Eivissa desde 1999, es la que está llevando a cabo este proyecto, en el que la superficie a limpiar es de 22.000 metros cuadrados, en su mayoría en superficie vertical. El presupuesto total es de 112.739 euros.

Las tareas de limpieza comprenden dos fases: la primera es fumigar toda la muralla y la segunda ir arrancando las plantas.

Estaba previsto empezar a limpiar hace unos días pero, debido sobre todo al calor, la primera fase se ha alargado. «Las altas temperaturas han hecho que a la una del mediodía ya no pudiéramos fumigar más. El calor es sofocante y con los trajes más aún», comenta Miguel Àngel, uno de los encargados de realizar esta tarea.

En principio, después de la fumigación, la limpieza llevaría más o menos otro mes y medio para quitar todo. Luego es fundamental mantenerla limpia durante todo el año.

Para eliminar las plantas se usan dos tipos de herbicida. Para el parapeto, la parte de arriba de la muralla dónde la gente puede alcanzar, se usa uno hormonal, no tóxico para los humanos, y residual que dura un año. Para la pared se usa uno más agresivo, más tóxico y un poco más peligroso para las personas. «Pero como es un sitio al que la gente no puede acceder, pues no hay problema» explica Miguel. «Lo que hacen estos herbicidas, cada uno en su medida, es matar las plantas». Una vez secas, comienza la segunda fase. En ésta, se extraen de raíz o al menos es lo que se intenta. «Las alcaparras grandes no suelen dejarse arrancar porque tienen raíces profundísimas y es necesario cortarlas al ras de la pared. Luego se va rebajando la raíz con mucho cuidado», comenta Miguel. El problema que suponen estas plantas para la conservación de la muralla es más complicado de lo que parece en un principio. Las herbáceas anuales no tienen importancia. Las que estropean la muralla son las alcaparras. «Tienen unas raíces muy grandes y en primavera, cuando absorben agua, se hinchan y rompen la mampostería, desmotándola. La Escuela Taller ya ha tenido que reparar daños muy serios causados por estas plantas», explica Miguel.