«Desde hace unos diez años vivo de la pintura, pero antes trabajé
en bares, en la construcción... cosas de supervivencia». Así de
resuelto se mostró a este periódico Dominique Sanson, un personaje
que ejemplifica el espíritu de los años dorados de la Eivissa
hippy. «En aquel tiempo la isla era una maravilla; y claro, me
enamoré», reconoció este inquieto creador francés.
Con un claro acento nostálgico, Sanson evoca su feliz juventud
en la isla: «Estaba en la universidad y acabé en Eivissa tocando
los teclados en un grupo, el único que había en la isla. Actuábamos
en el Pachá y en el Lola's... Era fantástico». «Intenté volver a
Francia para seguir estudiando, pero ya no hubo manera, me había
acostumbrado a un estilo de vida, y no he podido quitármelo de
encima; ni he querido, claro», afirmó convencido. Y eso que también
ha buscado abrirse hacia otros horizontes lejanos: «Estuve cinco
años en Chile y dos en Costa Rica, pero no había forma. Estoy
enganchado a unas relaciones humanas que no se encuentran en
ninguna otra parte del mundo. Relaciones abiertas, sin prejuicios
de dinero, nacionalidad ni ideas políticas que nos enfrenten»,
afirmó.
En cuanto a su pintura, Dominique Sanson reconoció que es un
camino complejo, aunque satisfactorio. «Me hubiera gustado
encontrar un estilo hace muchos años, que es a lo que aspiran los
buenos pintores, pero no he sabido. Bueno, he encontrado algo
parecido, digamos, en lo que he hecho un poco de todo;
especialmente paisajes con ambientes naturales y mujeres, siempre,
porque me encantan». Un talante juvenil y un entusiasmo por la vida
y el arte que pudiera no casar ya con sus años, algo que no parece
preocuparle; al contrario: «Me gusta la creación, y aunque sea de
una manera más o menos directa, siempre he tratado de poner una
idea detrás de la pintura. Una idea de paz y bienestar; nunca me ha
gustado la pintura agresiva, o esa en la que el artista saca sus
tripas, cráneos, huesos... Siempre procuro pintar cosas apacibles,
porque pienso que, con suerte, quien tenga un cuadro mío en su casa
lo verá durante años».
Obras, pues, que Dominique Sanson considera relajantes para el
espíritu; ambientes exóticos, como los del mundo árabe, que tan
bien conoce de sus numerosos viajes. Y también trabajos para
promocionar algún producto, negocio y hasta obras literarias. Tal
es el caso de la portada de «La gran historia de Ibiza», de Emily
Kaufman. «Es una señora americana que conoce la isla de arriba
abajo. Primero publicó la edición inglesa y luego la alemana. Ahora
está preparando la española. Es una obra muy trabajada en la que le
tuvo ayuda de gente de la isla, sobre todo del director del Museo
Arqueológico, Jordi Fernández», detalló Dominique Fernández. Una
portada protagonizada por una sensual y exótica mujer; faltaría
más. Cuestión de gustos.
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