Con la discreción de la que suele hacer gala, Miquel Barceló visitó ayer por sorpresa la exposición que el Museu d'Art Contemporani d'Eivissa (MACE) presenta de su obra, dentro de la muestra que desde el pasado mes de abril se exhibe a la vez en las cuatros islas principales del archipiélago. «El museo es fantástico y las piezas están presentadas muy bien, funcionan con gran dignidad», explicó el pintor de Felanitx a este periódico. «Estoy muy satisfecho de poder, finalmente, haber llevado a cabo el proyecto de unir todas las islas a través del arte», añadió.

La inesperada visita de Barceló sorprendió a los dos funcionarios del MACE, que rápidamente buscaron el libro de honor de la casa para que el pintor estampase su firma en él. Amable, hasta les dedicó el voluminoso catálogo de la exposición y se dejó hacer una foto en su compañía. La directora, Elena Ruiz Sastre, está de vacaciones fuera de la isla, con lo que no pudo ser avisada. «Hacía 20 años que no venía a Eivissa. El museo sigue tan bonito como entonces, pero la isla ha cambiado mucho; como todas, claro», apuntó.

Aunque -afirmó- no toma vacaciones, pues pinta siempre, está tomándose algún tiempo libre para visitar las exposiciones de todas las islas; hasta la de Formentera, donde presenta su escultura «Mobili», instalada en la plaza de Sant Francesc. Preguntado si le parecía oportuna la ubicación, Barceló aseguró que «está muy bien, porque la gente la ve como si estuviera allí de toda la vida. En diez minutos que hemos estado tomando una cerveza en el bar había diez personas haciéndose fotos encima». «Cuando hice el modelo en Àfrica, la gente de allí lo copiaban con un cráneo de oveja o cualquier animal; le ponían ruedas y lo vendían a los turistas. Entonces me di cuenta que, modestamente, estaba inventando una obra de arte popular, porque es algo muy fácil de fabricar y funciona enseguida».

Miquel Barceló se mostró especialmente orgulloso de haber realizado el sueño de unir a las islas a través de su arte.«Esa era la idea, lo que pasa es que no se ha encontrado una manera adecuada de llevar a la gente de una isla a la otra. Es lo que menos se fomenta en la relación interinsular. Para un ibicenco es más fácil ir a Valencia o Barcelona que a Palma; como a un Mallorquín le resulta más accesible ir a Barcelona que a Menorca o a Eivissa o Formentera; porque es muy complicado ir de una isla a las otras. Es un problema que tenemos los insulares».