«Me gusta trabajar por series, así desarrollo mejor el concepto que llevo entre manos. De momento, sólo he hecho dos, pero cada una me ha llevado tres años». Con estas palabras ha explicado Naia del Castillo a Ul-tima Hora Ibiza y Formentera la síntesis de su trabajo creativo, que desde el pasado fin de semana presenta en el marco de la galería Van der Voort. Aunque ella se define como escultora que encuentra en la fotografía la posibilidad de captar el instante, su trabajo está a medio camino entre esos dos géneros y la performance. Una muestra de ello puede comprobarse en su primera exposición en la isla, correspondiente a su serie «Seducción».

Preguntada por la intención con la que utiliza creativamente un concepto tan amplio, la joven vasca residente en Barcelona se muestra insegura. «Es un asunto complejo de definir. Lo que yo intento con los vestidos y los objetos que creo, a los que después fotografío, es simbolizar los distintos aspectos que veo implícitos en la seducción, un término que contiene ideas como belleza, amor, sexo, teatro, estrategia, secretos...», enumeró.

Telas francesas del siglo XVIII; viejos grabados sobre caballeros o damas de época; dos palomitas que se besan como en las invitaciones de boda son algunos de los elementos con los que ha trabajado Naia del Castillo para preparar las piezas de su segunda serie. «Lo que busco es crear un ambiente ambiguo jugando con la idea del amor desde un punto de vista kitsch, mezclando las figuras de hombre y mujer en dibujos con los roles cambiados». El punto de partida fue el ensayo «De la seducción», del filósofo francés Braudillard. «Una de las cosas que más me intereso del juego de la seducción es cuando se confunden los papeles y no se sabe muy bien quién es el seductor y quien el seducido. Como si fuera, que lo es, un juego de espejos y correspondencias, de intercambios de roles».

Aunque en las exposiciones la joven creadora suele presentar junto a las fotografías los objetos previos a las fotos, a Eivissa sólo ha traído uno. «Es el maniquí para un vestido rojo, del que sale una luciérnaga; como un símbolo de la mujer que espera al amante», apuntó. En su primera serie, «Atrapados», el argumento teórico iba sobre la pregunta de hasta qué punto somos dependientes de los objetos que nos rodean. Los personajes (mujeres la mayoría) aparecían atrapados por los objetos cotidianos (una silla, una sábana, el camisón...) que los retiene, subrayando la sumisión de la mujer respecto al ámbito doméstico, más como reflexión sobre la condición humana que como actitud de denuncia.