EFE-VIENA
Bajo la batuta del maestro Nikolaus Harnoncourt, la Filarmónica de Viena inició 2003 con su tradicional Concierto de Año Nuevo que desde el Musikverein fue televisado al mundo entero, acompañado de danzas interpretadas por el Ballet Kirov y un mensaje que resaltó el papel de la cultura en general. Frente a los cerca de 65 millones de telespectadores que la radio y televisión pública austríaca ORF calcula han seguido el espectáculo musical, Harnoncourt y los filarmónicos vieneses mantuvieron la tradición de este concierto, que cumplió ayer 64 años, con un programa de valses y otras danzas del siglo XIX.

Pero como para demostrar lo inagotable del legado musical de esa época en Europa central, interpretaron por primera vez aquí siete piezas: cuatro composiciones de la dinastía Strauss, las danzas 5 y 6 de Johannes Brahms y el vals «Aufforderung zum Tanz» (invitación al baile) de Carl Maria von Weber, en el arreglo instrumental de Hector Berlioz. Esta última pieza fue la que, «por primera vez, introdujo el vals en la música sinfónica», recordó Harnoncourt al explicar la razón que motivó su elección.

El programa del Musikverein, adornado ricamente con flores, concluyó con los dos «bises» fijos: el vals «El Danubio Azul», de Johann Strauss hijo, y la «Marcha de Radetzky», acompañada ésta última por las palmadas del público. «La música es el único idioma del mundo que todos pueden entender. La Filarmónica de Viena y yo les deseamos muy feliz año», saludó Harnoncourt antes del levantar la batuta para hacer sonar «El Danubio Azul».